¿CUÁL SE TOMA SUMERCÉ?

El Fenómeno de las NFT

La situación actual no da para menos. Por un lado, algunos campos están desarrollando sistemas, procesos y elementos que permiten un enfrentamiento directo e indirecto con el virus que permanece en el aire y que ataca al desprevenido. Estos sistemas, procesos y elementos se están formulando y llevando a la realidad en tiempos récord para intentar dar solución al caso, desde la medicina, la administración, las finanzas, las tecnologías y el bienestar general de todos. Sin embargo, no todo avanza. Por el otro lado tenemos muchos sectores que han llegado a acogerse a sí mismos, frenando casi todo el posible avance, ya sea por imposibilidad de actuar o porque el riesgo en su ejecución es muy alto. Las artes, y el sector cultura como tal se encuentran, en gran parte, dentro de este sector detenido en su avance como campo de desarrollo.

Podemos mirar este sector a profundidad en todas sus dimensiones:

La creación, aunque obviamente desea dejar marca y registro de la época y su paso por la humanidad, reduce su acción en la medida que sólo surgen las obras de aquellos que tienen el tiempo y los recursos para ello. Y si hablamos de los recursos, este es un tema que escasea en muchos durante la pandemia, por lo cual, la creación de obras y procesos dentro del arte se ha visto realmente afectado.

La formación es una dimensión casi nula, puesto que de manera formal la academia ha detenido su avance, y aunque se han revisado modos virtuales, el arte generalmente requiere un poco más allá de teoría, lo cual se adquiere con trabajos que requieren presencialidad. Aun así, existen casos de formación a través de contacto virtual que pueden ser desarrollados y profundizados para nuevos modelos de academia, pero mientras esto se formaliza, sigue en bajos índices.

La investigación en la cultura, llevada a cabo más que todo por la institucionalidad, depende de recursos (casi siempre) públicos. Es evidente que, por la problemática sanitaria, la priorización de recursos y el modelo presupuestal ha cambiado radicalmente, dejando esta dimensión sin mucho para continuar desarrollando procesos a nivel local, nacional y me atrevería a decir que internacional.

La apropiación es un eje más cualitativo que dejará ver en su momento si tuvo variaciones en sus índices debido a la situación actual. Tal como sucede con el impacto económico en las artes y la cultura, en su dimensión de apropiación se puede dar el mismo efecto, pues las prioridades han cambiado y el sector ha pasado a un segundo plano. Sin embargo, me gustaría pensar que el tiempo libre que por obligación se ha dado en estos momentos y desde el año pasado, ha permitido la exploración de los valores culturales del entorno, y han permitido una apropiación indirecta de nuestra esencia.

Por último, la circulación, es la dimensión más afectada de todas en muchos sentidos. Por ejemplo, las presentaciones de artes vivas se han detenido casi que en un 100%. Muchos intentos virtuales se han generado, pero realmente no han logrado suplir estas acciones presenciales, y se terminan ligando un poco más al campo audiovisual que a las mismas expresiones como la música, la danza y el arte dramático en general. Este último es tal vez la expresión que más he logrado ver intentos en la modificación de sus alcances a través de la virtualidad. Obras de teatro virtuales permiten el acercamiento de los artistas con el público, y ha tenido cierta valoración, pero no éxito.

El ser humano es social per sé. Siempre existirán excepciones a la regla, pero es claro que la mayoría de casos, el encerramiento y el alejamiento de momentos y espacios sociales ha afectado seriamente el desarrollo del ser humano en esta etapa. Sin embargo, así como los medios para simular encuentros sociales han evolucionado hacia lo virtual, las muestras culturales y artísticas en la misma lucha. Y esta evolución nos ha llevado a un fenómeno específico dentro de las artes digitales y plásticas: Las NFT. Es importante aclarar que este fenómeno es aplicable casi que únicamente por las artes digitales, y esto nos lleva a una discusión un poco más allá de la evolución en los procesos.

Lo que buscan solventar las NFT es la circulación de las artes digitales en medios virtuales, reemplazando en sí la dinámica que viene de siglos atrás en la comercialización que existe en el mundo de las artes plásticas. Hasta hace poco, lo habitual era una comercialización de obras a través del mercado de las galerías, las exposiciones y una serie de eventos públicos y privados para la muestra y venta de las mismas. Este modelo carga por sí mismo varios factores que se han venido detectando y juzgando desde hace un tiempo, donde el esnobismo y la sensación de poder marcan un ritmo que ha hecho perder un poco el sentido artístico de las obras.

Este esnobismo y esta sensación de poder viene siendo una problemática que pareciera que aplica a todas las épocas históricas, y hoy en día es la base para el desarrollo de las NFT. Por eso, antes de entrar a hablar de qué son y cómo se comportan, es importante entender un poco más dicha problemática. El arte, sobre todo las artes plásticas, no cumplen exclusivamente un papel estético y de registro histórico. También se le atribuyen efectos de marcación de poder económico y social entre quienes lo adquieren. En la antigüedad, sólo se pudieron observar obras como pinturas y esculturas en las grandes casas, mansiones y villas, lo cual concentraba una circulación de la expresión artística en ciertas clases sociales. Hoy en día, las exposiciones y galerías están abiertas al público, pero sigue sucediendo lo mismo: las ventas sólo suceden en ciertos círculos sociales. Y estas ventas muchas veces sólo buscan resaltar el estatus de casas, familias o personas en específico, quienes quieren demostrar con su adquisición que “tiene más” o que “puede hacer lo que quiera” de manera indirecta. Lastimosamente estas transacciones se han generalizado, y alrededor de ella surge un mundo donde existen teorías sobre la “valoración artística” … pero la realidad es que esta está sobre ceros. Este mundo ha generado personajes que se hacen llamar “artistas”, pinturas o esculturas que se hacen llamar “obras de arte” y espacios de intercambio social que se hacen llamar “exposición”. Es tan absurdo que el valor que se paga por las obras se determina por el “artista” que las genera y no por la obra; y los artistas suman valor sobre otros de acuerdo a la cuna y a una serie de referencias sociales que lo acompañan. Es un mundo desconocido para muchos, pero importante para las altas esferas.

Ahora, empecemos el tema de las NFT definiéndolas. Los ‘tokens no fungibles’ o NFT son activos en el mundo digital, que, como cualquier propiedad, pueden ser comprados y vendidos sin ser necesariamente tangibles. Estos activos se refieren específicamente a “obras” digitales, ya sean videos, imágenes, o un pixel (como hablaremos más adelante). A estos los caracteriza el hecho de “no poder ser imitados”, aunque pueden llegar a tener incontables copias. Hasta hace poco, todos los NFT eran “obras” digitales, pero no todas las obras digitales son NFT. ¿En qué varía el caso? En un certificado de propiedad del activo (obra). Entonces podríamos resumir que un NFT es un certificado de propiedad sobre una “obra” digital considerada como activo. Aunque este concepto de certificado ya existía, lo que diferencia los NFT de otros certificados es su protección, pues el registro de quién lo posee queda en libros contables compartidos, como el caso de los blockchain. De hecho, estos NFT sólo podían ser adquiridos con el uso de criptomonedas.

Con esta definición podemos llegar a una claridad en la problemática mencionada previamente. Así como sucede con una pintura o una escultura, la intencionalidad de compra muchas veces está basada en el esnobismo y en la muestra de poder. Para empezar, los NFT no tienen un control sobre las posibles copias que se puedan generar de la obra, y como desventaja frente a las artes plásticas, su reproducción es exacta. Esto conlleva a que no hay un factor de “exclusividad” como sí sucede con las artes plásticas, donde una copia jamás será igual a la obra original. ¿Cuál es entonces el interés de compra de un NFT?

Otra opción es pensar en la estética de las obras digitales. Tal vez estas obras merecen una exposición o generan un recuerdo muy valioso, o simplemente impactan por su belleza y se quiere ser dueño de tal así existan millones de copias más. Este argumento es válido hasta cierto punto, pero con ventas de NFT como las del misterioso “artista” PAK, quien subastó a mediados de abril una “obra” titulada ‘The Pixel’ en más de un millón de dólares, lo desmiente: No se trata de la estética, porque la mencionada obra es literalmente un pixel de color gris. Antes de esta obra, el mismo “artista” vendió en más de 7mil dólares un pixel igual, pero rojo. Otro caso es el del reconocido meme ‘Disaster Girl’. Este meme ha rondado por todas las redes sociales con distintas interpretaciones y bromas a su alrededor, pero el 17 de abril fue comprado como NFT por un estudio de música. Casi 400mil dólares fue la “inversión” del estudio por esta imagen digital, y ni la estética ni la exclusividad hacen parte de las razones de compra.

Las razones por las cuales se comercializan con éxito estos certificados digitales siguen siendo un misterio, por lo menos para mí, hoy en día. Mi teoría es que la exclusividad ahora no se mide por obras artísticas sino por la capacidad de comprar cosas “extravagantes” y certificarlo ante el mundo. Tal vez el estudio musical que compró el meme, o la persona que compró el pixel gris, se sienten orgullosos por aparecer en los libros contables compartidos y generados en blockchain. Algo de lo que podemos estar seguros es que estas personas o empresas quedaron satisfechos con sus compras, ¿o no?

No es la primera vez que el mundo del arte se ve atropellado de esta forma, pues en las artes plásticas ya se venía dando el caso de falsos artistas y falsas obras con valoración excesiva. O casos donde se le da valoración artística a “obras” que no cumplen con las características de una. Me remito a un caso donde un robot, por medio de movimientos programados aleatorios crea pinturas, y estas son vendidas a costos inimaginables. Si estos casos ya sucedían, los NFT son sólo una especie de formalización de lo absurdo. Personalmente, no considero que los NFT deban ser vinculados con el arte, pues se sale de todo su concepto, así como los demás casos mencionados.

Aun así, este tema crece muy rápido, y ya ha llegado a nuestro país. Joaquín Restrepo, escultor y artista visual colombiano logró poner en venta un render a través de la plataforma ‘Foundation.app’ como NFT. Con su venta logra conseguir alrededor de 1.700 dólares y en Latinoamérica es el segundo caso, después de un rapero mexicano con una tarjeta de baseball rediseñada para NFT.

Tal vez el NFT se siente sin una orientación válida para muchos, pero esto puede ser debido a que apenas está ingresando al mundo como modalidad de comercio electrónico. En sí, los NFT pueden tener otros campos de aplicación y otros objetivos más allá que una exclusividad económica soportada. Al menos, ya se reconocen alternativas donde se presentan exposiciones virtuales de obras físicas en escultura y pintura, y se comercializan con certificados de autenticidad tipo NFT. El 1 de mayo se lanzó la primera exposición virtual basada en una comercialización impulsada por blockchain, donde los compradores recibirán la obra física en sus espacios, soportada bajo una versión NFT. En la plataforma de la exposición se pueden apreciar las obras con la tecnología de la realidad aumentada. Este es un paso positivo a este avance, sin embargo, sigue ampliando una brecha entre los que pueden acceder a estos productos y quienes no lo ven posible.

- La píldora azul permitirá que las NFT impongan sus reglas a medida que se van dando las transacciones, y denotará artistas, obras y clientes separándolos del mundo común por sus características comercialesy basadas en lo económico.

- La píldora roja impulsará a todo aquel a darle un mejor uso a este sistema, valorándolo desde el punto de vista artístico y no del económico, abriendo así la posibilidad que verdaderos artistas puedan participar en él.

¿Cuál se toma sumercé?