MACROMUNDOS

Adaptación

Mi madre siempre decía que nos debemos adaptar a las situaciones de la vida. Y sí, así ha sido, pues vamos trabajando de mañana a noche y de noche a mañana, todos los días, todo el tiempo. Para nosotros no hay descanso, sólo hay rutina. A veces siento que por mucho que hacemos, al final no se rescata nada, todo aburre y todo es reiterativo. He hablado con compañeros de esto, pero están tan dentro de sus propias vidas que no se dan cuenta que todo cambia alrededor. ¿Seré sólo yo el que lo nota? Tal y como lo dijo mi madre, todos nos terminamos adaptando a los mínimos cambios que puedan darse, y esto sucede porque estamos enceguecidos con lo que nos “toca” hacer. En estos momentos siento que está haciendo calor; supongo que es normal. Bueno, el hecho es que allí se encargan de la respiración, por allí se encargan de la alimentación, más al fondo se ven los que cuidan las murallas. Detrás de mí está la fortaleza central, donde se toman muchas decisiones y se debaten muchas probabilidades, pero nada de eso sale al exterior. Nosotros seguimos siendo máquinas productoras. Me pregunto qué pasaría si dejáramos de hacer nuestras funciones; estoy seguro que, en ese punto sí saldrían a rogarnos que continuemos con nuestro trabajo, y tal vez hasta mejoren nuestras condiciones… pero en la realidad, eso no va a suceder. Necesitaríamos organizarnos como grupo, pero eso jamás va a pasar. Allá seguirán los de alimentación, más allá los de las murallas y más acá los de respiración. Ufff, disculpa busco mi pañuelo, pero siento que la temperatura sigue en aumento. Retomando, creo que podemos considerarnos una máquina perfecta, o como dicen algunos, funcionamos como un “relojito suizo”. Ahí sí nos consideramos un equipo, eso sí, siempre y cuando todo funcione a la perfección, porque para echar culpas somos expertos. Falló el aire, falló la temperatura, sólo eso sabemos defender y nos adaptamos cada uno por su lado, pero nunca nada en conjunto.

Todo esto que te cuento no te lo digo a modo de queja, ni mucho menos. Es simplemente que yo me siento como el ser diferente, el que ve otras cosas que los demás no. Me gustaría tener con quién conversarlas, pero todos están en sus propios mundos. Mundos pasivos y rutinarios. Adaptándose sin chistar a todo lo que sucede alrededor. Es realmente un vacío existencial lo que siento, porque aunque pareciéramos activos, somos sólo máquinas sin un sentido o un objetivo ni personal ni mucho menos común. Y algo que es seguro es que todos ellos que ves a lo lejos trabajando, están aburridos y que si descubrieran algo que les gusta tal vez se motivarían. Pero eso no pasará, porque ese “algo que les pueda gustar” no es fácil de conseguir en un mundo tan cerrado y limitado como el nuestro. Disculpa me quito la camisa, el calor sigue en aumento, pero aún es manejable. Allá veo los de respiración, agrandando sus muros para protegerse del calor poco a poco, y los de alimentación recibiendo más enzimas y proteínas. Lo raro es que no me han llamado para trabajar.

Que, ¿qué hago yo? Es una buena pregunta. Yo sólo debo esperar, así como mis compañeros que están allí sentados. Cuando nos avisen, nos separamos a los lados del terreno y empujamos para dividirnos en dos territorios. Eso pasa de vez en cuando, pero desde que ha subido la temperatura no lo hemos hecho. De hecho, siento que el espacio se reduce. ¡Mira! ¡Todo el mundo está empezando a correr y a desesperarse! ¡Algo está pasando! ¿Por qué está pasando esto? Los muros se están quemando, las estructuras se están derrumbando… y ahora ¡mira por las ventanas! ¡las otras celdas están sufriendo lo mismo! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuegoooo!

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Tristemente este es el fin de la historia. Todas las celdas se quemaron, dejaron de recibir la energía vital, las proteínas y las enzimas que necesitaban para sobrevivir. El calor fue tan insoportable que ya nadie podía moverse hasta quemarse por completo. Se adaptaron a su entorno hasta que las cosas se salieron de control. Esta fue la historia de los últimos minutos de un centriolo que hacía parte de una célula de una rana que fue usada para comprobar la “Fábula de la Rana y el Agua Hirviendo”.