MACROMUNDOS

Pésimo Milagro

“¡Volvieron!, ¡volvieron!” - gritó Damián cuando vio a lo lejos regresar las tropas de su misión. Bajó corriendo las escaleras de la torre principal de la fortaleza de guardia, corrió a través de los pasillos que conectaban la zona de vigilancia con el comando central y golpeó las puertas de la dirección y esperó impaciente que alguien lo pudiera atender. - “¿Qué quiere Rugeles?” - le preguntó el segundo al mando que llegaba detrás, mientras buscaba las llaves en sus bolsillos. – “¡Mi señor!, debo informarle que, cruzando el bosque del norte, bajando la montaña del Morelio, se ven las tropas enviadas a defender las playas del Siguán.” - dijo emocionado Damián, a lo que el segundo al mando no pareció causarle ninguna importancia. - "Deben venir heridos y con muchas bajas” - fue lo único que dijo el sub-capitán de las tropas mientras por fin usaba las llaves que encontró para abrir la puerta del comando central. La cara de Damián reflejaba el impacto del comentario, pues no quería creer la frialdad con la que se recibía la noticia. El pesimismo ha hecho parte de las tropas desde que recibieron el último ataque. La cantidad de guerreros había bajado drásticamente y parecía que los rebeldes tomarían pronto el control del territorio, pero para Damián, el regreso de las tropas representaba un rayo de esperanza. Para su sorpresa, al ingresar al comando, el capitán, y todo un equipo administrativo estaban trabajando a un ritmo descontrolado: Se percibía caos y desorden, lo cual llamó su atención.

- “¡Señor!, ¡señor!” - Damián intentó llamar al capitán quien se movía de lado a lado en la sala. Continuando con su intervención: - “Por la montaña del Morelio vienen bajando las tropas enviadas a las playas del Siguán…”. En ese instante, la mirada del Capitán dejó de ver los papeles que tenía en sus manos y lo miró fijamente. Damián en unos segundos pudo percibir a través de la mirada del capitán una luz de esperanza, pero todo se borró cuando un asistente lo llamó y lo regresó a la realidad. - “Mijo, no se emocione. Esas tropas seguramente no alcanzarán a llegar aquí. Están aún muy lejos”. Aun así, Damián insistió, pero lo único que recibió fueron negativas y una energía pesimista que apagó casi toda opción de rescate, sin embargo, lanzó su último intento: - “¿Y si enviamos un equipo para apoyarlos en su regreso? Lo digo porque esto es un milagro. De todas las tropas enviadas para la defensa de los límites, es la única que ha regresado hasta el momento.” - dijo, con un sentimiento de intriga, como cuando en un juego de póker alguno de los jugadores hace un “todo o nada”. Damián notaba que, en el fondo, detrás de esos sentimientos pesimistas, el Capitán tenía fe guardada, pero su respuesta fue tajante y contundente: - “¿Sabe qué estamos haciendo aquí? Estamos eliminando toda la información de estrategia de nuestro reino, porque lo más seguro es que caigamos pronto, pero no se quedarán con nada…” – dichas estas palabras, el Capitán recibe otro llamado, y da la espalda cerrando cualquier otra insistencia.

Damián, decide salir del salón y dirigirse a las barracas, y mediante un pequeño discurso logra convencer al jefe de guardia de sus intenciones rebeldes de ir a ayudar a sus compañeros, así que con veinte guerreros más abre la puerta sólo para ver que un equipo enemigo se acercaba a la tropa que bajó la montaña y los atacó por la espalda. Ya no había nada qué hacer, el pesimismo volvió a deshacer un milagro.