MACROMUNDOS

Sol Rebelde

El viejo se levantó de su silla, caminó hacia el muro con las manos atrás de su espalda y la mirada al suelo. Se detuvo antes de colisionar y suspirando profundamente comenzó a hablar. – “Yo tenía más o menos 20 años cuando vi la última muestra de lo que llamaba mi abuelo como ‘la vegetación’. Era un objeto de color verde obscuro, con una forma aplanada, algo así como los moduladores XD-200 que tenemos en la cocina, pero mucho más grande. Alcanzaba a ocupar la mitad de la palma de mi mano” -contó el anciano justo mientras volvía a suspirar. Nosotros lo mirábamos y lo escuchábamos con atención, pues este tema siempre nos ha impresionado. Jamás hemos podido imaginar lo que nos transmiten en las sesiones de aprendizaje. Esa curiosidad nos hace escuchar atentamente a nuestro abuelo con las historias que todos los sábados en la tarde acostumbra a darnos. Y es que nos sentimos afortunados, porque hoy en día nadie cuenta historias, y mucho menos hablando. Desde que se inventaron los implantes de cerebelo, nadie tiene la necesidad de hablar ni gesticular. Las palabras y los gestos llegan de inmediato desde el emisor hasta el receptor, pero el viejo Soldenih-75 es un “chapado a la antigua” y aún expresa palabras por su boca. Y no solo para contar historias, sino para pedir algo o incluso para expresar algún sentimiento. Los médicos lo regañan cada vez que él les cuenta sus dolores o problemas, porque lo hace del mismo modo que nos cuenta las historias de los sábados. Los doctores dicen que se quedará algún día sin implante de cerebelo por falta de uso. Pero a ‘Sol’ no le importa eso, porque dice que nada de esas cosas sirven para lo que en realidad se necesita para vivir. Ya nadie puede salir a la calle sin su geo-localizador binario, ni mucho menos sin su centralizador de características vitales, pero el viejo no le importa nada de eso. Como el mismo dice, él es el “último hippie”, y tiene bastantes admiradores, como tiene bastantes detractores. Algunos lo odian, porque deben esforzar un sentido tan obsoleto como el oído. De hecho, en nuestra generación, muchos chicos traen unas orejas mucho más pequeñas que hace unos cien años, y esto es debido a que ya no se usan. El ser humano evoluciona (o involuciona como dice el anciano). Alguna vez, un sujeto que se cruzó con el viejo en el ‘transporte de succión’ lo demandó frente a la jurisprudencia mundial, pero perdió el proceso, pues aún no está prohibido hablar. El sujeto lo había demandado por afectación a sus oídos con sonidos estridentes que no se transmiten directamente al implante del cerebelo, pero este proceso judicial que duró 0,012 microsegundos, siendo el más largo en muchos años, le aseguró al abuelo Sol la libertad de poder continuar gesticulando y hablando por doquier. Ahora, hay algunos directivos mundiales que quieren implementar leyes contra el habla, pero aún no tienen la suficiente fuerza ni el suficiente poder para lograr eliminarlo.

El viejo cada vez que nos cuenta sus historias, habla mucho de su abuelo Soldenith-67, porque fue una persona digna de su entera admiración. Su padre, es decir, nuestro bisabuelo, Soldenith-70 no es mencionado ni por equivocación, pues para el anciano, ese hombre era un ser indigno y no merecedor de la vida. No sabemos con exactitud qué fue lo que sucedió, pero esperamos que en alguna de sus historias nos cuente la dramática historia que siempre le saca una lágrima cuando lo recuerda. Y es que nosotros prometimos no leerle los sentimientos ni las palabras del tablero de sensaciones que debe usar por su edad. Todos los viejos mayores de 35 años deben usar este tablero de sensaciones para garantizar que sus pensamientos están en orden, pero nosotros prometimos no leérselo respetando su decisión. Estamos seguros de que él aún se encuentra en sus cabales, aunque el resto del mundo lo vean como un loco del viejo siglo. Igual, aparte de nosotros, nadie más se interesaría en leerlo, pues nuestros padres sólo trabajan, se alimentan y duermen como si fueran un software programado. Y, de hecho, así es el mundo actual, y a nosotros nos preparan en las sesiones de aprendizaje para ese mundo. Y precisamente, ese es el mundo que odia nuestro abuelo. Para él, este es un mundo caótico y vacío de lo que era la vida hace muchísimos años, y nosotros le creemos así nos digan lo contrario. Creemos firmemente que sus pensamientos transmitidos a través del habla son un tesoro en este mundo frío y obscuro, lleno de procesos, acciones y labores, pero falto de lo que él más extraña: la vida.