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Riesgos Invisibles

El mundo convive con los Riesgos Catastróficos Globales (RCGs). Estos son protagonistas de películas y escritos, forman parte de nuestras conversaciones como una posibilidad latente y cada vez es menos el temor sobre ellos. Y esto tiene una razón muy clara: Las catástrofes suceden sin previo aviso. En el momento que llegan no dan tiempo de creación de estrategias y mucho menos permiten una organización eficiente. Es por esta razón que no podemos controlarlas ni asegurar momentos exactos, lo cual ha permitido que la mente humana se aleje un poco de esa preocupación constante y continúe su vida dejando los RCGs como una posibilidad lejana.

Ilustración tomada del artículo: “La globalización, ¿bendición o maldición?” de Ruiz Healy Times.com

Sin embargo, como se puede concluir de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, podemos pensar en mitigar los riesgos y el posible impacto de muchos tipos de catástrofe. Con este planteamiento internacional, se pueden realizar análisis especiales sobre cada tipo de riesgo conocido, ya sea biológico, químico, nuclear o cualquiera que sea su tipo. El trabajo sobre este objetivo no nos va a dar más tranquilidad, pero sí podrá asegurar una estabilidad del ser humano posterior al evento negativo.

En este punto, surge un problema que no hemos tenido en cuenta hasta ahora. Podemos ser creativos, proactivos y muy activos en la construcción de estrategias que nos permitan la mencionada mitigación, pero estas están siendo y serán enfocadas en los riesgos reconocidos. Nuestra fuente de información como seres humanos se basa en todo aquello que ha sucedido hasta ahora, y en las proyecciones a corto plazo con algunas temáticas específicas que podemos mirar con preocupación. Pero, nadie se espera nada desconocido. Pueden existir catástrofes que aún no se consideran riesgosas sencillamente por el hecho de que no las hemos vivido en ninguna de nuestras generaciones documentadas. Esta disertación nos puede abrir un mundo infinito de riesgos viables a futuro que pueden resultar en una catástrofe que logre reducir o acabar la estabilidad de nuestra sociedad humana.

Pero, tampoco podemos irnos hasta el otro extremo, donde todo lo consideremos como un riesgo, y le temamos a todo lo que va descubriendo nuestro entorno. Sería un gasto de energía física y mental el hecho de intentar pensar que todo debe ser tomado en cuenta como un riesgo. Se podrían establecer ciertas características aleatorias de la vida actual, y revisar a profundidad los riesgos catastróficos que se puedan derivar de allí. Es un trabajo constante que no tiene principio ni final, pero que sí puede aportar avances valiosos en el objetivo de la ONU y en la garantía de la anhelada estabilidad social.

Un riesgo poco explorado, pero que se detecta bajo este modelo es el riesgo de la Inteligencia Artificial Avanzada (IAA). Aún no tenemos una documentación ni un registro público que nos lleve a considerar este avance tecnológico como un riesgo para la humanidad, sin embargo, algunas mentes creativas han logrado expresar a través de textos y películas algunas ideas basadas en este tipo de avance, convirtiéndolas en una posibilidad que en cualquier momento puede salirse de la ficción. Un desarrollo descontrolado de estas tecnologías puede crear un RCG en todo su concepto, y fue planteado primero por creativos y literatos.

Así mismo puede suceder con muchos elementos que pueden hacer parte de nuestro día a día y que no veremos como un riego, pero que, con un manejo inadecuado o un descontrol aleatorio, puede convertirse en un RCG. Es por esta razón que para este ensayo me propongo dejar entredicho otro escenario que hace parte de nuestro diario vivir y que puede perfectamente convertirse en un Riesgo Catastrófico Mundial.

La Globalización es una herramienta maravillosa. Es una serie de redes de comunicación y de transmisión fundamentadas en el acceso libre a la información. Este modelo nos ha permitido desarrollos sociales, tecnológicos, educativos y de todo tipo, que, desde su creación, han beneficiado al ser humano en muchos ejes y alcances. Es más, de no ser por la globalización, no podríamos estar hablando de RCGs con la fluidez que lo hacemos en estos momentos. La información que contienen los espacios referentes a la globalización es de alto valor, y puede ser tomada casi que por cualquier persona y aplicada a su quehacer diario, a su profesión y a su vida en general.

De esta manera, la globalización cumple con ser un factor que hace parte de nuestro diario vivir, y puede ser analizado para detección oportuna de algún tipo de RCG. De allí podemos derivar en dos situaciones complejas referentes al comportamiento del ser humano:

La primera situación hace referencia a la cantidad y la calidad de la información a la que podemos acceder de manera abierta y sin un control general sobre la misma. Evidentemente es una ventaja poder acceder al mundo de información en los medios virtuales que tenemos a disposición, pero la ventaja se convierte en desventaja cuando como seres humanos no tenemos la capacidad de discernir si estos datos son verdaderos o falsos. Podemos llegar a un punto en el que podemos construir herramientas, procesos y hasta soluciones de vida basados en información falsa. Esto de por sí, es suficientemente grave como para afectar un desarrollo y una estabilidad en nuestra sociedad, pero el problema puede ir más allá. La información verdadera, trabajada y controlada puede perder credibilidad frente a información similar pero falsa. De esta manera, situaciones de alarma, herramientas básicas y modelos de procesamiento de datos pueden alterarse y ser obviados en una situación de emergencia, llevándonos a una toma equívoca de decisiones que afectarían aún más dicha estabilidad. Estaríamos frente a un riesgo sobre algo que ya puede estar sucediendo, pero que se podría pensar que puede ser atajado sin mayores consecuencias.

Aún así, hay una segunda situación que dependiendo del punto de vista puede ser más o menos importante que la anterior. Esta se basa en la cultura del ser humano. En tiempos anteriores a la creación de los espacios de información globalizada, la comunicación entre territorios geográficos era mucho más lenta, y hasta cerrada en algunos casos. Esto es difícil de asimilar, pero fue el escenario ideal para que cada territorio encontrara sus propias formas de desarrollo y sus propias capacidades para la supervivencia frente al entorno. Cada territorio desarrolló creencias, estrategias, herramientas y modelos de control y gobierno que resultaron efectivos para sí mismos, creando una cultura básica e identitaria de cada grupo social. Cuando los grupos comenzaron a conocerse entre ellos se crearon mecanismos de negociación y reglamentación que permitió en la mayoría de casos una convivencia que potenció notablemente sus desarrollos, sin que esto significara que cada grupo dejara atrás sus modelos de vida a nivel cultural. Se dio un “boom” de información compartida que permitió ver un poco más allá de lo habitual y conocido. Sin embargo, con la entrada de la globalización y el acceso libre a la información, se ha generado un fenómeno al mismo tiempo de estandarización cultural, o mejor conocida como una normalización. Esta identidad territorial, basada en componentes culturales, geográficos y hasta de climas, se va perdiendo poco a poco, creando una identidad global y única. Cuando una persona accede a la información global, va cerrando sus conocimientos específicos y va adquiriendo información generalizada que puede que le aplique a su entorno, como puede que no. Ahora, se comienzan a dar casos donde se cree que cuando la información no le aplica, el problema es de su grupo social, y no de otros factores externos. La estandarización cultural cumple con su objetivo donde cierra y limita los intereses públicos a unos pocos y muy específicos, y cierra las gamas de proyección a las definidas desde los núcleos de poder que son los mismos que pueden llegar a manipular y establecer modelos de vida que benefician a unos pocos. Este es el punto donde radica el problema de esta situación planteada, puesto que se pierde una libertad a nivel cultural y se propician espacios de manipulación y control, convirtiendo la estabilidad de nuestra sociedad en una máquina con funcionalidad específica en el beneficio de unos pocos, y no en un beneficio común. En este caso, se perdería una característica básica del ser humano, y con ella, las capacidades de desarrollo autónomo de las cuales nos jactamos.

En conclusión, del día a día, de nuestras acciones, de nuestros intereses y hasta de nuestros gustos podemos determinar a futuro posibles Riesgos Catastróficos Globales si les dedicamos la atención, siempre teniendo en cuenta diferentes enfoques y puntos de vista. Probablemente, los RCGs que tenemos definidos actualmente son una mínima parte de los que en realidad pueden afectar la estabilidad en nuestra sociedad.