Primera Temporada

Capítulo 1: El Gran Héroe


- “¡Hoy es el día!” - se dice a sí mismo Olafsøn, antes de salir a presentar su entrevista de trabajo. Obviamente lo piensa en sueco, su idioma, porque como se podrán imaginar, vive en Suecia. Nació en un lindo pueblo llamado Eksjö, ubicado entre lagos y lagunas al sur de su país. Sin embargo, lleva un par de meses viviendo en Estocolmo, esperando conseguir un trabajo que le permita sobrevivir y conseguir todo lo que ha soñado. Lo que ha notado hasta ahora es que hay pocas opciones en la capital para un mechudo, metalero, seguidor de los dioses nórdicos y aficionado a las apuestas.

La entrevista que viene es la ideal, pues se trata de un espacio en una productora musical que ha impulsado varios de sus artistas favoritos en el metal, así que listo para lo que viene, con las velas bajo el altar de Odín, con las manillas de taches y la camiseta de su banda favorita, sale con los mejores ánimos. Olaf, como le dicen sus amigos más cercanos, no conoce muy bien Estocolmo, y aunque lleva dos meses dando vueltas entre empresas y mercados, su sentido de ubicación no es el mejor. Aun así, cuenta con la tecnología de su lado y el Waze se ha convertido en su mejor arma… así sea para ir caminando a su destino. Al salir de la habitación que rentó, coloca en la aplicación el destino y le dice que llegará en 20 minutos… en auto. Así que suspira hondo, mira al cielo y dice gritando mientras levanta su brazo derecho con el puño cerrado – “¡Por Thoooor!” – y así inicia su camino. No se sabe a ciencia cierta si el trueno que sonó en ese mismo instante fue gracias a Thor o a la posible lluvia que se avecinaba, pero para Olafsøn fue una razón contundente para mejorar los ánimos y caminar rápido a su destino.

Efectivamente, las primeras gotas se comenzaron a sentir al golpear contra el pavimento, así que lo mejor es ocultarse por un momento en el café por el que se está pasando. Al mirar el reloj, Olaf decide que está con buen tiempo para llegar, por ello entra y pide un café cargado mientras pasa la lluvia. – “Disculpa, ¿hay zona de fumadores?” – pregunta Olaf a la chica del mostrador, mientras le muestra su mejor sonrisa seductora y le pica el ojo. La chica, con cierto temor le acerca el café y le responde – “… en el fondo, hay unas escaleras donde puede subir a la terraza que es la misma zona para fumadores. No se preocupe por la lluvia, pues está cubierta en una gran parte.” – confirmó. Olaf, recibe el café y se dirige hacia las escaleras, pero antes de llegar a ellas se detiene y se devuelve al mostrador – “oye linda, ¿tienes azúcar?” – preguntó. La verdad, al chico seductor no le gusta el café con azúcar, pero le pareció una excusa válida para devolverse a ver a la chica que lo impactó. La chica se da la espalda, toma dos bolsitas de azúcar, toma un papel, un esfero y escribe su número de celular en él. Envuelve las bolsas de azúcar y da la vuelta para entregarlos. Olaf recibe el paquete y de nuevo le pica el ojo, pero al verse corto de palabras decide retirarse del mostrador guardando el azúcar con el teléfono de la chica en su bolsillo. Sube las escaleras soplando el café mientras se asoma a un lindo paisaje lluvioso.

La amplia terraza es una maravilla, con vistas a 360 grados, así que para Olafsøn lo mejor es recorrerla de extremo a extremo. La lluvia ha terminado, pero eso no interrumpirá su café, así que inicia con la vista a la calle de en frente donde observa los carros circulando a gran velocidad. La mirada es suficiente para transmitir la emoción de poderse comprar un carro cuando el trabajo se estabilice. Caminando por el borde sostenido del pasamanos llega a la esquina de la terraza que da hacia un callejón obscuro donde alcanza a ver a la chica del mostrador fumándose un cigarrillo. Realmente le parece linda, y se queda pensando en cómo pedirle el número al salir del café. Sus pasos lo llevan a la siguiente esquina de la terraza donde se alcanza a divisar una iglesia con las campanas sonando. Una pareja de novios sale caminando de ella, mientras los invitados lanzan arroz desde los lados. No hay nada que moleste más a Olaf que la religión católica, pues la siente como invasiva, y que por culpa de ella no tiene a nadie cercano con quién compartir los ritos tradicionales nórdicos en honor a los dioses. Es tanta la rabia al ver la escena que no logra contenerse – “¡Que los cuervos de Odín traigan las malas nuevas para todos aquellos que se alejaron de su sendero! ¡Que el martillo de Thor retumbe en los cielos expresando su insatisfacción con estos actos mundanos! – gritó con todas sus fuerzas, de modo que tanto los invitados como los novios quedaron pasmados ante él. – “¡Jajajaja! Sientan el poder de los dioses en contra de…” – siguió gritando justo en el momento que otro trueno atravesó los cielos sonando tan fuerte que asustó a todos los presentes. El pie de Olaf emocionado se resbala en el borde de la terraza haciendo que su cuerpo se impulse hacia el frente botando la taza de café a su lado. Logra sostenerse del barandal, pero lo que nadie se esperó es que un problema de soldadura pendiente de solucionar desde hace un par de días iba a permitir que el travesaño central se soltara, haciendo que su cuerpo siga derecho y se demostraran una vez más los efectos físicos de la caída libre.

Dicen que las personas antes de morir ven pasar en su mente todas las escenas más importantes de la vida, y para Olaf no fue la excepción. Imágenes de su madre cocinando para tantas personas en el pueblo, y siempre guardándole su porción desde muy pequeño. Las imágenes de su hermano mayor el día que lo despidió en el aeropuerto antes de que tomara vuelo para Norteamérica buscando nuevos horizontes. Y las imágenes de su padre, la persona que cuando niño le enseñó todo acerca de los dioses, los ritos y los conocimientos nórdicos, y que luego lo traicionó convirtiéndose al cristianismo para casarse con otra que no era su madre. Esta fue la mayor rabia en su vida. Pero la idea más fuerte en su cabeza antes de llegar al suelo es una duda: La duda sobre si fue un buen Vikingo y si el Valhalla le abrirá las puertas para recibirlo con toda la cerveza y los guerreros contando sus hazañas como dice en los libros sagrados. Olaf piensa que hoy en día, aunque no hay saqueos ni guerras por los dioses, existen luchas por dar a conocer la tradición y él ha sido un gran héroe, ¿o no?… no hubo más tiempo, la vida de Olaf en este mundo ha terminado, terminado.

Olafsøn abre de nuevo los ojos, y nota que está acostado en una pradera grande, rodeada de montañas y mucha vegetación. Se sienta y ve a lo lejos acercarse unos caballos con dos mujeres cabalgándolos. ¡Las valkirias han llegado! Olaf se levanta, se sacude un poco y se prepara para recibirlas. Cuando llegan a su lado, nota que sus rostros están envejecidos, y no cuentan con la belleza que los libros narran. Pero esto no lo afecta, pues la emoción por llegar al Valhalla lo invade de nuevo. Una de las Valkirias se baja de su caballo y saca un listado escrito en un papel viejo mientras comienza a hablar – “Hace mucho tiempo no teníamos que venir a recoger a nadie por acá. Has que valga la pena, ¿sí?” – dijo la anciana. – “No se preocupe, estoy seguro que cumplo con todo para que me puedan trasladar al Valhalla” – responde Olaf con toda seguridad. La anciana sopla el papel y una nube de polvo se levanta alrededor. – “Respeto a los dioses: cumplido. Divulgación de las tradiciones: cumplido. Castigo a los enemigos: cumplido. Pareja amoros… ¡Agh! Lo siento chico.” – terminó la vieja mientras se alistaba para cabalgar de nuevo. – “¡Espera! Esto no lo sabía yo. ¿Es estrictamente necesario que haya tenido pareja?” – preguntó Olaf casi con una lágrima en el ojo izquierdo. – “No, no pareja como tal, pero al menos un acercamiento consensuado. Por lo mínimo una muestra de interés tangible por una chica, ¿la tienes?” – dijo la anciana, dando una última oportunidad. Olaf sólo agacha la cabeza y mete las manos en sus bolsillos en señal de derrota, pero… siente las bolsas de azúcar con el papel, a lo que acto seguido las saca, desenvuelve el papel y nota sorprendido el número de la chica del mostrador. Las dos ancianas se miran y con un gesto de “no me importa” le dicen a Olaf –“¡Anda! ¡súbete!

Capítulo 2: Los Mismos con los Mismos


Toda la vida de Olafsøn se reduce a este momento: Su llegada e ingreso al Valhalla. Pero mientras se recorre un camino de vastas praderas y montañas alrededor, su cabeza comienza a traer los mejores recuerdos de su vida ya terminada. Aunque los de su madre y su hermano lo hacen sonreír, se llena de dudas acerca de su padre. Piensa que las otras religiones son devastadoras y que la equivocación de todos los traidores los llevaría al lúgubre “Reino de Hel” donde sus almas quedarían vagando por la eternidad. Eso le entristece, porque a Olaf le hubiera encantado recibir a su padre con uno de los grandes banquetes en la mesa de Odín. Sin darse cuenta, las Valkirias ya se encuentran atravesando un pequeño pueblo, lo cual sorprende mucho. Es un pueblo triste, obscuro, y da una profunda sensación de desolación. Olaf se atreve a preguntar a la Valkiria que lo transporta, a lo que ella responde – “Este es el temido Reino de Hel… conocido en otros lados como Purgatorio, Hamistagan, Yomotzu o miles de formas más. Pero no te preocupes, no te dejaremos acá, tan sólo lo estamos atravesando para llegar al Valhalla.” -. Olaf percibe este espacio como un lugar tenebroso, y vuelve a sentir un poco de lástima por todos aquellos que no lograron o no lograrán llegar al Valhalla. Aunque, le queda sonando en la cabeza un poco el porqué de la aclaración de los otros nombres del Reino de Hel, pues si las demás religiones son falsas, los demás nombres no tendrían importancia alguna.

A la salida del reino se divisa un río, y Olafsøn no puede dejar de mirar un viejo con ojos de fuego, que carga consigo un palo muy largo y se encuentra montado en una balsa vieja, un poco destartalada. La Valkiria del otro caballo habla – “Me da un poco de tristeza con el pobre Caronte, pues realmente, desde hace muchos cientos de años, no ha trasladado a nadie por el río Aqueronte a su destino. La falta de monedas de oro lo ha dejado en la ruina…” – y la Valkiria que lleva a Olaf le responde – “Pero, ¿qué dices? Nosotras vamos para lo mismo. Ya estamos viejas y no hemos recibido a nadie en muchos años.” – algo molesta. La Valkiria del otro caballo baja un poco la cabeza, como signo de haber caído en cuenta de la realidad, pero vuelve a levantarla diciendo – “Sin embargo, el hecho de que este chico haya llegado me da una leve esperanza. Tal vez, existan más así, y algunos logren reactivar las creencias en Odín y nuestros dioses. Al Hades no llegará nadie más, puesto que esa creencia queda en estos momentos únicamente como mitos y leyendas… por cierto, Olaf, soy Dahlia y ella es Astrid” – aclara la Valkiria y presentando a la que lo estaba llevando a su destino. Olaf, lleno de preguntas por toda la conversación prefiere sencillamente decir un tímido “hola” y mantenerse en silencio. No cabe en su cabeza cómo en el mundo vikingo pueden colocar nombres griegos que nada tienen que ver con los dioses nórdicos, y lo asombra aún más que exista un sitio que llamen ‘el Hades’. Siente ello como traición, pero prefiere callar antes de entender un poco mejor la situación.

Un poco más adelante, entrando a un bosque, al lado derecho del camino se ven unas escaleras en mármol, totalmente iluminadas y con un par de guardianes vestidos de blanco protegiendo la entrada. Un poco más afuera, un viejo barbudo vestido con una túnica blanca, estaba sentado en un escritorio y parecía atender una larga fila de gente. Olaf, no aguanta la curiosidad en esta ocasión y pregunta acerca de lo que acaba de ver. Astrid le responde: - “Esa es la entrada al Cielo” – a lo que continúa un silencio incómodo por casi todo el resto del camino. – “Ya vamos a llegar al Valhalla Olaf. Entiendo que tengas muchas preguntas respecto a lo que has visto en este viaje, pero todo te lo responderemos una vez llegues, te ubiques y estés más cómodo. No será fácil para ti entender todo esto” – le advirtió la Valkiria que lo transportó, justo cuando iban pasando por la parte más densa del bosque. Al fondo, se lograba ver una estructura, como si se tratase de una muralla, y la emoción comienza a apoderarse de Olaf de nuevo, pero esta vuelve a disminuir mientras se van acercando. La estructura que se veía desde lejos termina en un par de portones viejos y algo caídos. Se detienen justo frente a esta entrada, Dahlia se baja y amarra su caballo junto a otros cuantos a la derecha del portal. Astrid sin bajarse se voltea y le dice a Olaf: - “¡Bienvenido a Asgard gran guerrero!” – justo mientras Dahlia abre uno de los portones y el rechine destiempla los dientes. – “¡Vamos novato!, ¡sígueme!” – le dice mientras ingresa. Olaf se baja, y no deja de mirar a todos lados. Incluso, llega a pensar que es una especie de broma de show televisivo, con cámaras escondidas o algo así. De hecho, con cada paso que da, se aferra a que las cámaras escondidas son la mejor opción.

Olaf camina detrás de Dahlia por un sendero lleno de maleza y obscuridad, mientras Astrid después de haber amarrado su caballo los alcanza. – “Entiendo que puedas estar asustado, o incluso desilusionado, pero Odín te sabrá explicar mejor las cosas” – dijo Astrid cuando alcanzó a Olaf en el camino. Llegan a una casa vieja, de madera y con muchas puertas. Por las ventanas se alcanzan a ver algunas antorchas encendidas, y las sombras de algunas personas en movimiento. Dahlia toca tres veces un portón y sale un troll gruñendo a atender. Astrid le da una palmada en la espalda al troll, a lo que este se acerca rápidamente a Olaf, lo carga en su espalda y lo adentra en la casa. El salón principal de la casa está lleno de viejos guerreros, realmente viejos, que se notan cansados y aburridos, cargando sus escudos con una de sus manos y en la otra con vasos de cerveza a medio llenar. Todos están sentados en el suelo, o en bancas de troncos de madera. Algunos hablan entre sí, pero otros simplemente están recostados sobre su brazo y mirando hacia el suelo sin decir una sola palabra. Algunos guerreros sí levantaron la mirada hacia el extraño, pero sin mucha esperanza vuelven a agacharla. El troll deja a Olafsøn en una silla del mesón central del gran salón. En el otro lado del mesón está un tuerto, un poco andrajoso, consintiendo un cuervo que está parado sobre su hombro.

– “Ellos también envejecen, ¿sabes?” – dice el viejo y la cara de Olaf es de asombro mezclado con miedo absoluto.

– “¡Los cuervos!, me refiero a los cuervos querido Olafsøn.” – complementó.

– “¿Dónde estamos?” – preguntó Olaf.

– “¡Ja, ja, ja, ja!, muchacho. Entiendo que estés asombrado, pues tu padre debió describirte el Valhalla diferente, ¿verdad?” – se burló el viejo ante la cara perpleja del chico.

– “¿E… e… esto es… el Valhalla? – de nuevo pregunta Olafsøn.

– “¡Vamos chico!, acompaña a Odín a dar una vuelta.” – dice mientras se levanta el viejo, toma un bastón de la silla de al lado y con esfuerzo se voltea para salir de la mesa. Olaf, con cientos de preguntas en la cabeza, y reconociendo al viejo tuerto como Odín, decide limitarse a escuchar, pues aún tiene la esperanza de que todo esto sea una prueba o un paso para llegar a todo aquello que le describió su padre en su niñez. Se levanta de su silla también y sigue a Odín a su paso, muy atento a lo que pueda decir.

– “¿Ves esos viejos que están allí en esa esquina? Ellos lucharon en la batalla más grande de todos los tiempos, cuando nuestro reino se extendía por todo el norte de Europa, desde los vástagos bosques rusos hasta la isla de lo que hoy llaman… Gran Bretaña. Cuando ellos llegaron sucedió el banquete más grande que logre recordar. Había comida por todos lados y para todos los gustos, cerveza en todos los vasos y en todas las gargantas, historias que no cansaban de repetirse, risas, peleas y mucha, mucha violencia. Fuimos felices, y cada vez eran más los fervientes seguidores que hacían fila para entrar acá o al Fólkvangr con Freya. Hoy, ya no hay seguidores, y antes que tú han pasado años donde nadie llegaba acá. Ya estamos aburridos, viejos y cansados, porque hoy todos quieren ir al Cielo, al Shamayim y al Jannah. Al principio pensamos que sería una moda, pero cada vez eran menos los creyentes y ¡pam!” – explica Odín golpeando fuertemente la mesa por la que iba pasando – “… nos quedamos los mismos con los mismos”.

Capítulo 3