El entorno nos pone las cosas cada vez más fáciles, para que no tengamos que pensar mucho en ellas. Plataformas, aplicaciones, y grandes sistemas sociales evolucionan de tal manera que nos permiten como seres humanos acceder a todo en pocos pasos. O bueno, eso creemos. Sólo desde tu celular puedes pedir comida, transporte, hospedaje, amistad o hasta relaciones sexuales sin mucho esfuerzo. Claro, es necesario tener plata, pero cada vez es más sencillo y se convierte en la prioridad de todos. Aunque parece que las posibilidades se amplían y que cada vez tenemos más de dónde escoger, lo cierto es que detrás de todo, se van limitando nuestros espacios, nuestras posibilidades y nuestras opciones reales.
Ilustración de Leyre Fontaneda
Cada día, el entorno nos muestra que puedes tener mucho y que sólo debes hacer una cosa: buscar dinero. Sin importar cómo lo consigas, entre más tengas dinero, "más posibilidades" tienes para escoger; ropa, comida, vacaciones, objetos para tu hogar y lo que se te ocurra. El problema radica allí, pues es seguro que ese "lo que se te ocurra" ya está limitado por la oferta capitalista que se te ha impuesto y se juega con la ilusión de la variedad en colores, olores y sabores, pero nada nuevo de fondo. En un mundo así, la tradición no es rentable, a menos que se use como algo exótico, y la creatividad humana que es uno de los rasgos más diferenciadores y profundos de nuestra esencia, se destruye. Si miras a tu alrededor, todo es lo mismo en diferentes versiones para aparentar "variedad", pero sigue siendo lo mismo.
Y es que, en este punto, radica el mayor problema que ha podido enfrentar la humanidad y que en términos prácticos y genéricos: nadie lo sabe. Debido a que todo llega fácil y suple esas necesidades del ser humano, y que se genera esa sensación de que "yo puedo escoger lo que quiera", hemos dejado de explorar y de ver más allá, y peor aún, estamos perdiendo nuestra capacidad crítica. Nuestras posiciones políticas, religiosas y personales en general las basamos en modelos prediseñados, y no objetamos sobre ello. Somos de izquierda o de derecha, cristianos o musulmanes, negros o blancos, hombres o mujeres, de un equipo deportivo o de otro, inmigrante o nativo, del sur o del norte, o cualquier clasificación prediseñada que de inmediato nos cataloga y genera una imagen sobre nosotros hacia los demás sin esfuerzo. Y esa pereza mental generalizada hace que esa imagen proyectada no cambie, todo porque seguimos casi al pie de la letra lo que ese modelo prediseñado indica que debemos hacer. Si haces algo diferente ya eres del otro bando, o no puedes pertenecer a ningún lado; y el resto de la vida se va en todo lo que el entorno te pone en frente. Los gustos e intereses personales se han estandarizado y seguramente tu perfil personal es similar a unos cuantos cientos... de miles más. ¡Claro! ya nos suplen lo básico a cambio de trabajar para otros, en su mayoría para grandes empresas que estandarizan la humanidad y recortan cualquier diferencia ideológica o de pensamiento. Aún bajo esa percepción de libertad, nuestras vidas son rutinarias, y esto aplica para un 99,9% de la humanidad. Eso sí, las rutinas son diferentes según clases sociales, pero siguen siendo una rutina para casi todos. Incluso, las nuevas generaciones, que se jactan de tener más libertades y se convierten en "youtubers", creadores de contenidos, trotamundos modernos y la palabra de moda "influenciadores"; viven bajo las mismas rutinas, y lo que hoy parece una vida interesante, mañana será lo mismo para los demás. Y la mayoría de nuevas creaciones son de rápido consumo y desechables. Los videos que ves en la mañana en la noche ya están olvidados; la ropa que compras en plataformas de bajo costo se daña o aburre y se cambia después de solo dos o tres usos, la comida es rápida y satisface por una hora para luego volver a tener hambre (sin adentrarnos en beneficios o contras para la salud); y así, la vida actual para todos tiene la facilidad de acceder a todo y a nada a la vez. Esos videos se pueden acceder desde tu celular en cualquier momento, esa ropa está a unos segundos en una plataforma virtual, y esa comida rápida está en cualquier esquina, o también desde el mismo celular; todo es fácil y hay variedad... pero nos estamos acabando como seres humanos (al menos como concepto).
Además, el arte, como siempre, juega un papel transformador en este sentido, y está muy bien aprovechado para adornar nuestro camino hacia el abismo. El facilismo también se ve en este campo, y todo lo que se produce es para un consumo rápido, fácil y que genere una corta satisfacción antes de buscar más. Y debido a que vamos perdiendo nuestra capacidad crítica, vemos que esto sucede en todas las disciplinas. ¿Hace cuánto no ves una película que no sea una precuela, una secuela o una adaptación (o "remake")? ¿Hace cuánto que no entras a un sitio público como un café, un restaurante o un bar y no suena algo que no sea reguetón o fusiones urbanas de fondo? ¿Hace cuánto que no escuchas sobre algún lanzamiento de un libro nuevo que no sea de superación personal o de autoayuda? La novedad creativa se ha perdido entre las ramas de lo comercial y lo fácil de apropiar. Esa pérdida de capacidad crítica y de creatividad hace que en los cines o en una plataforma audiovisual prefiramos ver Toy Story 10 sobre alguna propuesta nueva, porque la pereza mental nos dice que ya tenemos una base y un conocimiento sobre los juguetes que hablan y no nos esforzamos intentando entender nuevos mundos creativos que nos pueden estar enseñando. Entrar a un sitio que no coloque música reconocida de fondo nos implica dictar un juicio sobre lo que suena y pues, ¡qué pereza! Y no pretendo mencionar aquí lo que la lectura puede llegar a desgastar a una persona, por lo que se deja de lado.
Entramos en un ciclo concertado, donde se ha reducido nuestra capacidad crítica, por lo tanto, dejamos de exigirnos, dejamos de explorar nuevas formas y nos encapsulamos en esa falsa sensación de "libertad", asumiendo que todo está bien y asentándonos en posiciones prediseñadas dentro de la política, la religión, los gustos y los intereses.
Bueno, pero ¿por qué esto sería malo? Al final se vive "bien" y se cumple con "lo que hay que hacer". ¡Es cierto! No está del todo mal el decidir vivir de esta manera; pero lo ideal sería escoger vivir así, y no vivirlo sin saberlo. Sería mucho más interesante este mundo si nuestra capacidad crítica volviera (si alguna vez la hubo), y miráramos qué hay más allá del telón que nos colocan en frente... si saliéramos de la caverna de Platón.
Este escrito no busca cambiar el mundo, tampoco busca que las personas cambien porque sí; pues de esta manera se estaría convirtiendo en un nuevo telón. Este artículo busca que se refute, que se discuta y que se apropie o rechace con argumentos y no porque alguien lo dijo. Este artículo busca que el pensamiento crítico se despierte de nuevo, que se vea un poco más allá, y que con esto más personas puedan volver a hablar de un tema interesante y más allá de repetir lo que medios de comunicación, líderes de opinión o "influenciadores" muestren día tras día.
Feliz año para todos y cada uno. Y no se desea esto basándome en lo comercial y generalizado, sino como ese momento de excusa para mirarse a si mismos, reflexionar y crear nuevos retos que rescaten nuestra esencia humana, no que la hunda en la estandarización a la que nos estamos sometiendo.