MACROMUNDOS

Bossa Nova

Sólo hay un sonido de fondo relacionado a la lluvia suave que cae en estos momentos. Cierro los ojos mientras abro la puerta que asoma de manera curiosa los carros del parqueadero del conjunto donde vivo. Intento salir, pero mi perra me hala hacia atrás indicando que no quiere mojarse el día de hoy. Nada qué hacer, halándola en contra la convenzo de salir porque más tarde no se puede. Hay que trabajar. Cierro la puerta y comenzamos a caminar. Las placas de los carros siempre intentan decir algo. A veces son siglas de un nombre, a veces una palabra de tres letras en otro idioma, a veces partes de palabras que se pueden conjugar entre sí, construyendo textos con sentidos diferentes.

Hemos llegado al punto de las flores del conjunto. Mi perra y yo somos felices en este espacio, por razones diferentes: Ella disfruta descargar su vejiga allí, mientras que yo disfruto tomar fotos de colores. Con una mirada cómplice, entendemos que es hora de seguir. Por la hora, la gente regresa a sus viviendas, por lo tanto, nos cruzamos con una gran cantidad de personas, con caras tristes o de cansancio. No puedo dejar de pensar en que sus días son aburridos, rutinarios o estresantes. Tal vez, les falta ver la vida como es, como ese espacio de experimentación y prueba para lograr la felicidad. Yo pasé por ello, y viví en ese mundo de entregas, informes, reclamos y regaños. La rutina consume desde el comienzo, y la vida se va entre las horas de trabajo. El regreso a casa es el único momento reflexivo, ya que al llegar hay más cosas rutinarias por hacer... eso si el celular y sus redes lo permiten. El hecho es que entiendo esas caras de cansancio y desesperación, y no los envidio en lo más mínimo.

Mientras la reflexión inunda mi mente, hemos llegado al final de la cuadra y ha dejado de llover. Las rejas detienen nuestro camino así que nos toca cambiar nuestro rumbo. Este es tal vez el momento favorito de mi perra, pues es cuando le doy más libertad con su cadena. Ella puede entrar a los pastos del parque, oler cada pasto si es posible y ladrarle a cuanto perro pase por las zonas aledañas. Yo, mientras tanto, la miro y sonrío, pues si venía pensando en la complejidad del ser humano, y sus opciones de alivianar las cargas que aquejan, los perros tienen ese concepto muchísimo más desarrollado. Para ellos la vida es simple, disfrutan de la comida como venga, del descanso como venga, y juegan con todo lo que parezca juego. Sus problemas no pasan de la búsqueda de cualquier muestra de comida (si es que no se la sirven) y de escoger cuántas vueltas necesitan para acomodar su espacio de dormir. Mientras ella sigue oliendo algunos arbustos de la zona, pienso que ellos deben tener un sistema muy complejo de comunicación entre ellos mismos. Como alguna vez mencionamos con mi madre, cada marca que dejan con olor es similar a un mensaje de WhatsApp que usamos nosotros los humanos. Ellos "leen" cada mensaje y lo analizan, enterándose de todos los chismes del barrio. Vamos pasando por unos rodaderos de piedra, y recuerdo que siempre he tenido ganas de botarme por allí con mi perrita en brazos. ¿Le gustará? ¿Me odiará? Será un misterio hasta que lo haga. Hemos llegado al parque detrás de nuestro apartamento y vemos más perros por la zona. Lástima que mi perrita sea tan antisocial, porque sería bonito dejarla jugar por allí sin cadena. Huele a pasto recién cortado, y el sol sigue perdiendo su fuerza. Pasamos por los columpios de los niños que ya no se usan. En el pasado debieron ser muy utilizados, pero hoy en día creo que debe existir una aplicación para hacer lo mismo en el celular, lo cual les evita salir a usar uno físico. Todos los demás juegos están así, vacíos y desocupados y nada me detiene el pensamiento, concluyendo que algún día estos parques van a ser innecesarios. Lo que alguna vez fue un espacio de interacción social, ahora son sitios vacíos sin movimiento. Este parque termina con el salón comunal que seguramente debe estar aún en estado de trabajo de aseo, ya que la fiesta de anoche fue salvaje. Eso lo podemos decir todos los de barrio que dormimos allí. Algunos seres humanos al parecer tienen tiempo de celebrar.

Está haciendo frío así que la vuelta no será más larga. Nos adentramos por el callejón que nos lleva de nuevo al parqueadero del conjunto, y sin pensarlo ya estamos frente al portón del edificio. Una nueva salida ha sido completada.