MACROMUNDOS

Guerra de Comida

Cuando jugábamos a la guerra, Fabián era el que lideraba los comandos. Recuerdo perfectamente cuando nos reuníamos en equipo, avanzábamos sigilosamente entre los jardines de los vecinos para atacar a nuestro “enemigo” que eran los chicos de la cuadra anexa. Fabián planteaba estrategias, daba ideas de bombas de agua, analizaba el terreno y nos organizaba para atacar. Sin pensarlo estaba haciendo sus primeros pasos para ser lo que hoy es, un gran general de las gloriosas fuerzas armadas. Yo le sirvo hace mucho, pero aún no me he ganado su respeto. Creo que es por lo que soy desordenado, y vago tal vez. Odio entrenar, y hacer ejercicio, pero ahora que el país está en guerra, en una guerra verdadera, pues me he tenido que acostumbrar a esto… o tal vez ellos han tenido que acostumbrarse a mí. Esto no es vida para mí, pasar necesidades, hambre y molestias por los intereses de un par de hijue***** que se creen los dueños de todo. Pero la ley nos obliga a participar y pues aquí estamos. Jugando ese juego de bombas de agua que practicamos cuando pequeños. Sólo ha cambiado un poco, pues ya no hay bombas de agua, sino misiles y proyectiles de verdad, pero pues qué se le va a hacer. Yo no debería estar pensando tanto, pues debo dormir… mañana debo madrugar porque nos trasladamos a otra base. El enemigo está muy cerca y hay mucho riesgo en este territorio. Fabián sigue en su tienda con la luz prendida, seguramente ideando planes de escape, o tal vez de contraataque, porque algo que nunca le ha gustado es huir. El siempre preferirá atacar, y de paso nosotros lo seguimos como mansos corderos, para atacar como fieros leones en el campo de batalla. Y sigo pensando cosas y sigo sin dormir, pero, ¿quién va a dormir con semejante ruido en la tienda de al lado? El soldado Martínez ronca peor que el carro que tuvo mi papá, con resonador incluido. Ya van dos noches que no dormimos bien por culpa de este malp*****. Hay sombras pasando por el lado de mi campaña, ¿quién será? Van directo hacia la tienda de Martínez. Creo que por fin van a hacer algo. Ya era hora de que algo sucediera con eso porque estoy seguro que no soy el único desvelado con pensamientos y recuerdos en la cabeza. Sea lo que sea lo que hayan hecho los que pasaron a la tienda de Martínez, funcionó. Los ronquidos pararon y creo que ya puedo dormir un poco. El único problema ahora es que hay mucho silencio y sólo puedo escuchar mi estómago. La ración de hoy estuvo muy pequeña y muy salada. Esta comida de campaña es horrible y creo que no es nada nutritiva. O eso creo yo, porque ¿a quién le puede alimentar con un tamal de verduras empacadas al vacío? Es algo sin sabor, sin una textura agradable, y sólo el recordarlo me produce agrieras. Pero tengo hambre y el paquete de hoy tal vez no fue suficiente veneno. El de hoy estaba especialmente salado. Debo dormir, y espero que mi estómago me lo permita, porque no habrá más comida por hoy. Debo dormir porque puedo ser la próxima víctima de mis compañeros intolerantes con el ruido natural de los demás. Debo dormir porque…