Primera Temporada

Capítulo 1: Una Leve Resaca

Despiertas, después de una noche donde las pesadillas hicieron de las suyas. Sientes sueño, pero miras la hora y ¡ough! faltan exactamente 2 minutos para que suene la alarma de tu celular. Crees que esos 2 minutos de sueño profundo se han perdido, y tal vez en esos 2 minutos tus sueños se hubieran podido arreglar, lo cual habría hecho que te levantaras de un mejor genio, aunque... ¡Piiiii pi pi piiii pi pi+ piiiiii!......... la alarma suena.

No con muy buena cara te levantas, apagas la alarma y esperas mirando a la pared sin ningún pensamiento claro en tu mente hasta que se encienda el televisor. ¡En realidad es una gran idea!, despertarte con la alarma del celular y que mientras reaccionas pase un minuto para que se encienda el televisor y dé ese pitazo inicial del día. Pero hoy no es un día para vanagloriarte por tus grandes ideas y cuando reaccionas sigues mirando a la pared, esperando a que el televisor se active. Cuando se van entrecerrando tus ojos, se enciende el televisor en un canal nacional donde inicia el noticiero a esta hora. Los titulares mostrando masacres, robos, corrupción, y como plato principal: el partido de la selección de ayer. Los escuchas atento mientras te levantas y vas al lavadero por tu toalla.

Nada especial, nada nuevo en las noticias, sólo mucha música por la victoria de tu selección de ayer. Eso te recuerda que no sabes a qué hora dormiste anoche, y todo ese malestar y desgano con el que te levantaste tiene un nombre: guayabo. Inmediatamente lo reconociste empieza un dolor de cabeza cada segundo más fuerte, así que con la toalla en el hombro vas al baño, abres el pequeño mueble sobre el lavamanos y ves una Sal de Frutas. La tomas con tus manos y cierras el mueble dejando frente a ti el espejo. Miras tu rostro y casi no te reconoces, ¡pero espera! ¿qué es ese morado que tienes en la frente encima de tu ojo derecho? No deberías tocártelo, pero lo haces y gritas un "¡Auchhh!". La Sal de Frutas va a dar al lavamanos. ¿De dónde salió ese morado? ¿Qué parte es la que no recuerdas de anoche?...

Tomas de nuevo la Sal de Frutas, la abres y automáticamente la sirves en un vaso vacío. Abres la llave del lavamanos y sirves el agua en el vaso. Empieza la efervescencia y por alguna extraña razón eso te causa gracia, tal vez un recuerdo. Una carcajada sale de tu boca mientras cierras la llave de nuevo. No duraste ni 3 segundos bebiendo el menjurje al que le das toda tu fe en que te ayudará a sanar el guayabo que tienes. Das dos pasos atrás y abres la tapa del sanitario y ¡ough! alguien vomitó ahí anoche y no limpió... ahora que lo recuerdas ¡llegaste con gente anoche a la casa!, pero ¿a qué hora se fueron? ¿si se fueron?

El sonido de un vaso estrellándose contra el suelo y que venía desde la cocina te hizo reaccionar de nuevo, así que dejas la toalla colgada al lado de la ducha y sales corriendo a ver quién anda en la cocina. Antes de llegar al marco de la entrada a la cocina te detienes, ¿y si es un desconocido? ¿y si tus amigos se fueron temprano? ¿y si están robando? inmediatamente te dejas ir de para atrás chocando tu espalda contra la pared. Sin querer y como efecto del guayabo, empiezas a sudar, y te acercas lentamente al marco de la puerta, dejando salir la mitad de tu rostro para poder ver que sucedía allí. Pronto, tu cara de preocupación se convirtió en una sonrisa. "¡Antonia!" dijiste, "¡pensé que ya te habías ido!". Antonia te mira y da un paso atrás, pero... ¿qué? tiene un cuchillo en la mano y... y... ¡sangre! en la mitad de su camiseta blanca. "¿Qué haces Antonia?, ¿estás herida?" pero mientras te intentabas acercar, ella daba pasos hacia atrás y en un momento estiró su brazo con el cuchillo hacia ti, al mismo tiempo que levantaba sus ojos para mirarte penetrantemente. Esa mirada... esa mirada era amenazante, desafiante, así que dejaste de acercarte. Miraste a tu alrededor y tu cara de asombro no se pudo evitar: ¿qué hacía la cabeza de Jairo en el lavaplatos?

Capítulo 2: Atando Cabos

... ya te has levantado, has ido al baño, y te has tomado una sal de frutas para el guayabo que tienes. Recordaste por el noticiero que la selección Colombia ganó el partido de ayer y que te farreaste la mitad de lo que habías guardado para el arriendo. Pero nada de esto importa porque tienes en frente a Antonia con un cuchillo mirándote de forma amenazante, además de tener la cabeza de Jairo desprendida y llena de sangre dentro del lavaplatos.

Lo último que recuerdas es estar en un bar cerca de la oficina disfrutando del partido, pero... pero el resto lo tienes borrado de tu mente. Dices suavemente: - "Antonia...", pero ella da la vuelta por detrás del mesón y en un instante bota el cuchillo y pasa por tu lado para salir corriendo de la cocina. Tú sigues evidentemente confundido y te acercas al lavaplatos, y a lo lejos sólo escuchas que la puerta de tu apartamento se cierra violentamente.

Sintiendo la soledad del momento te acurrucas, te coges la cabeza y piensas "¿qué carajos pasó?". Tomas un respiro hondo, te levantas, miras a tu alrededor y recoges el cuchillo ensangrentado. Lo colocas encima del mesón y en ese instante recuerdas que Antonia no había estado en el partido de ayer. "¿En qué momento llegó?" piensas, y se te ocurre que el celular puede resolverte algunas dudas. Revisas tu bolsillo y no lo encuentras, así que con la mayor calma que te es posible vas a tu habitación con la esperanza de encontrarlo allí. Mientras entras a la habitación escuchas en el noticiero que están hablando de la tasa de riñas y peleas a causa del partido de ayer... una sonrisa sarcástica se refleja en tu boca.

Tu celular está en el borde de la cama, así que lo coges y revisas el WhatsApp con el fin de encontrar alguna pista acerca de lo sucedido. Efectivamente, hay un cruce de mensajes con Antonia casi a la media noche. La invitaste a llegar a tu apartamento diciéndole que querías hablar con ella, que te hacía falta y que ya todos los de la oficina se habían ido a sus casas. La respuesta de Antonia se limitó a un "Ok".

Es hora de atar cabos. Sabes que Jairo no se llevaba bien con Antonia. Cuando ella fue tu novia él te decía que ella no te convenía, y ella te decía que Jairo era una mala influencia para ti... ¡pero no! eso no era una razón suficiente para descabezarlo... o por lo menos no para ti. Además, si cuando le escribiste a Antonia le dijiste que ya todos se habían ido, ¿Jairo volvió?, ¿mentiste?

Tantas preguntas te incrementaron el dolor de cabeza, así que era momento de pensar en cómo solucionar el tema. Si llamas a la policía seguramente saldrá Antonia perjudicada y tú no quieres eso. Lo mejor será recoger la cabeza y llevarla lejos... lejos de la ciudad, lejos de la gente, ¡lejos de todo! Entonces coges todas las bolsas de basura que guardas en una bolsa mayor, y una cobija para envolver la cabeza antes de guardarla.

Sin limpiar nada, sales del apartamento y aprietas el botón del ascensor, pero piensas que tal vez no es buena idea, sobre todo por la gente que te puedes cruzar ahí. Entonces decides bajar por la escalera hasta el parqueadero Sótano 2. Te acercas a tu carro, pero no está en su sitio, así que desactivas la alarma y ves que está al otro lado del mismo sótano, ¡y ocupando dos plazas! Abres la puerta y no puedes creer que caiga un pedazo del brazo de Jairo sin soltar un billete de $20mil...

Capítulo 3: Inspiración Musical

La cabeza, el brazo... ¡esto parece un rompecabezas! (jeje, qué sarcástico). El hecho es que Jairo está literalmente hecho pedazos, Antonia salió de tu apartamento y no te contesta el celular. ¿Por qué mataría a Jairo? ¿fue ella? ¿qué pasó anoche? ¿dónde está el resto del cuerpo de Jairo?... ese dolor de cabeza que te aflige ya no es por el guayabo sino por el estrés que te invade. Pero no es momento de dejarte llevar por lo que sientes, y debes actuar en frío, porque no puedes permitir que las cosas pasen a otro nivel y te culpen por ello.

Metes el brazo dentro de la bolsa, vas para la parte trasera de tu carro, abres el baúl con cierto miedo, pues no sabes qué encontrarás ahí, pero... no hay nada. Es extraño, ¿verdad? pero tal vez lo que más asusta es que no sabes dónde está el resto del cuerpo. Dejas la bolsa en el baúl y mientras caminas a la puerta del conductor resuelves que no te preguntarás nada hasta que te deshagas de toda la evidencia, por ahora la cabeza, el brazo y toda la sangre en el carro y en el apartamento. Así que te subes, y enciendes el carro con lo cual se enciende automáticamente el equipo de audio con un CD que se encuentra puesto de... ¿metal? ¿por qué hay metal en mi sistema de audio? Sin embargo, aunque este tipo de música siempre te ha molestado, esta vez decides dejarlo, de hecho... te gusta.

Ahora, ¿a dónde irás?. Podrías pensar en ir a un parque natural que conoces a las afueras por la salida sur, pero seguramente a la entrada te requisarían. No, no... debe haber otra opción. ¿Y si pagas un hotel campestre por esta noche? es una buena idea, puesto que puedes planear bien la forma de deshacerte de las partes que tienes y pensar mejor lo que sucedió anoche. Pero si lo piensas bien, tal vez estos hoteles tienen cámaras y son muy iluminados en todas sus zonas. ¿Y la finca de Jairo? Puedes suponer que en una propiedad de él es donde menos buscarán su cuerpo, siempre y cuando sea totalmente desintegrado. ¡Hey! esta música te inspira... ¡vamos allá!

De camino a la finca, suena tu celular. Activas el bluetooth y suena por los parlantes interrumpiendo tu música. - "¿Hola? ¿Estás ahí?" escuchas a Antonia. Saludas mientras piensas qué vas a decirle. Quieres preguntarle qué pasó con Jairo, pero sientes que por alguna razón no deberías hacerlo así que la dejarás que hable: - "Mira, no sé en qué demonios estás metido, pero puedes contar conmigo. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?". Esas palabras de Antonia te tranquilizan, y crees que puedes contarle todo, hasta que en el fondo escuchas susurros y voces, así que simplemente le dices que estás bien. Antonia prosigue: - "¿Quieres contarme qué sucedió? ¿Por qué la cabeza de Jairo estaba en tu apartamento?"... es mejor no contestar inmediatamente, porque sigues escuchando unos susurros detrás de la voz de Antonia. Piensa bien lo que harás porque en sí, la llamada es muy extraña y Antonia nunca ha sido tan condescendiente contigo. ¿Estaría grabando la llamada? ¿y si está en la policía colocando una denuncia y buscando pruebas?, esto puede ser más grave de lo que pensaste, así que le dices que no puedes hablar en este momento y cuelgas.

Esta llamada deja dos cosas claras: 1. Antonia no mató a Jairo; y 2. Ahora no es seguro volver al apartamento. Otra ventaja de colgar el teléfono es que la música vuelve a invadir tu carro.

Llegas a la entrada de la finca después de dos horas y media de conducción y metal. Pero antes de entrar debes crear una buena excusa para decirle a Rogelio. Aunque hace años no lo ves, estás seguro que eso no será problema pues en tu niñez pasaste mucho tiempo en esa finca y Rogelio siempre fue un cómplice para tus travesuras con Jairo y el parche. El plan que se te ocurre es: ‘decir que esperarás a Jairo ahí porque quedaron de encontrarse, esperas a que Rogelio duerma esta noche, sales y en el bosque de atrás quemas las partes, destrozas los huesos, los separas en partes o astillas pequeñas y los esparces en muchos sitios diferentes para que sea imposible hallarlos y armar el rompecabezas (jeje, qué sarcástico x2) ... te irás en la madrugada antes de que despierte y problema solucionado’.

Ahora sí, estás listo, así que oprimes el claxon y sin esperar mucho ves a Rogelio salir de la casa y caminar hasta la entrada. Avanzas un poco y lo saludas a lo cual Rogelio responde: - "¿Tan rápido regresa doctor? ¿ya solucionó lo de don Jairo de anoche?"...

Capítulo 4: Canela & Madera Vieja

Ves el rostro de Rogelio sonriendo maquiavélicamente mientras te pregunta si "lograste solucionar lo de don Jairo anoche", y con esa imagen te hundes en un mar de recuerdos borrosos y más preguntas. ¿Por qué sientes que ver la cabeza de Jairo en tu lavaplatos de tu apartamento y el brazo en tu auto mal parqueado en tu edificio no es lo más grave? de hecho, miras hacia atrás de tu auto, y hacia los lados, porque una parte del camino sentiste que alguien te siguió. Pero no hay nadie. De nuevo entra una llamada de Antonia, pero ¡no!, no vas a contestar, pues es muy riesgoso. ¿Por qué no pudo ser un partido normal de la selección? Debiste haber ido directamente al apartamento a descansar, en vez de irte con Jairo y Diana para... ¡¡la finca!!, ¡¡tú estuviste acá anoche!!

"Doctor, ¿está bien?, ¿va a entrar? doña Diana lo está esperando"... La voz de Rogelio te interrumpe el pensamiento, y asintiendo con la cabeza le indicas que entrarás. Arrancas en el carro muy despacio pues la familiaridad con el espacio es completa, definitivamente ¡estuviste aquí anoche! Ubicas el carro en el mismo sitio que anoche, lo apagas y te bajas. "¿Dónde está Diana?" preguntas, y Rogelio te dice que ella sigue en el sótano, y que no ha salido en todo el día. Le entregas las llaves y entras a la casa, cruzas el pasillo de entrada y atraviesas el comedor que siempre has sentido con un olor entre canela y madera vieja. Entras a la cocina, abres la nevera y sacas un sánduche de atún que dejaste anoche. No has comido nada desde ayer, así que este tentempié cae de maravilla. Sin embargo, no te comes todo porque te quedas mirando un frasco con unos ojos dentro de salmuera... ¿por qué te parecen familiares?, y... ¿¿¿¿por qué reaccionas tan tranquilamente????

Son muchos golpes, muchas noticias, muchas dudas y preguntas que pareciera que no tienen solución, pero, aunque te sientas un poco tranquilo y apenas estés reaccionando a los ojos dentro de la salmuera, tu estómago no está muy de acuerdo con lo que percibes y te envía al lavaplatos a devolver el poco sánduche que alcanzaste a morder. De nuevo, los nervios te invaden y tu piel se vuelve transparente como una hoja calcante de esas con las que hacías los mapas en tu colegio. Te vas de para atrás y el mesón te detiene, pero lentamente te vas sentando en el suelo. Rogelio, que te había seguido desde que entraste, se acerca con un vaso con agua y te lo entrega. Te queda imposible mirarlo a los ojos, pues te sientes perdido, así que mientras recibes el agua miras un punto fijo en su camisa... un punto fijo que si caes en cuenta ¡tiene gotas de sangre seca!

Dejas caer el vaso y el estruendo hace que Diana grite desde el sótano: "¿¿¿A qué juegan???". Rogelio se aleja un poco hacia la escalera del sótano y le dice que te nota extraño, que si puede subir un momento. Dentro de todo lo que te da vueltas en la cabeza, percibes los pasos de Diana subiendo las escaleras. Puedes notar que lleva unas botas de caucho por el sonido de las mismas, y te recuerda cuando trabajaste en las obras de tu papá cuando eras joven. Tu mente divaga, mientras Diana, con una bata llena de sangre, unas gafas plásticas cubriendo todos sus ojos y un tapabocas, se te acerca de frente y te dice: "¿Ya te bajó el efecto?".

Capítulo 5: Mugre con Sangre

Esta mañana cuando despertaste, y hasta el punto que escuchaste ese vaso romperse en la cocina parecía totalmente “un día normal” … pero después de ver a Antonia con un cuchillo, la cabeza de Jairo en el lavaplatos y su brazo en tu carro con un billete de $20.000 entre sus dedos, era obvio que sería todo menos “normal”. Ahora, no sabes por qué se te ocurrió ir a la finca de Jairo, pero lo haces creyendo que tal vez ahí se encuentre una pista de lo que está sucediendo, sale Rogelio, te abre la puerta y te pregunta que si “lograste solucionar lo de Jairo”. Y para completar, Diana sale del sótano, con unas botas de caucho, unas gafas plásticas, un tapabocas y una bata llena de sangre…

El impacto de la situación tal vez hace que todo se vea borroso. La figura de Diana se ha difuminado, y no la notas muy bien. Es tal vez una reacción de tu cuerpo para suavizar el momento, o tal vez es el estrés manifestándose en sus mayores niveles. Diana se te acerca y te dice: - “Parce… ¡Parce!” mientras te agarra del brazo y te jalonea para que reacciones. Levantas tus brazos y te frotas los ojos para ver mejor mientras ella te dice: - “Creo que exageraste la dosis esta vez, ven y te recuestas”. Te levantas con su ayuda y das unos pasos alrededor del mesón para ir a la sala, pero al pasar por la puerta del sótano y ver las escaleras que bajan hacia la obscuridad decides tomar fuerzas y bajar, soltándote de la mano de Diana. Ella sólo te sigue mientras bajas escalón por escalón con tu mente dividida: La mitad dice que el sitio ya lo conoces y la otra mitad está llena de miedo por lo que puedas encontrar ahí abajo.

Con unas luces tenues y amarillas, unos muros llenos de mugre revuelta con sangre, una cama metálica en la mitad de la sala y un mueble recostado a la pared con varios instrumentos quirúrgicos te encuentras en el escenario. - “Perdona que no había podido limpiar bien aún. Estuve hablando con don Álvaro por horas, pues dice que ya no está tan emocionado con nuestros servicios como antes… creo que deberíamos innovar, tal vez con nuevas herramientas… o no lo sé, ¿qué opinas?”. Diana te pregunta sobre qué podrán innovar en un negocio que desconoces por completo, y que estás tratando de asimilar sin exaltarte, pues ya tu mente ha recibido muchas sacudidas el día de hoy.

Necesitas solucionar todas tus dudas, pero, aunque conoces a Diana hace muchos años, y aunque sientes que es ella en toda su expresión, la vez como una desconocida. Temes que si preguntas algo que no debas preguntar todo se revolucione, podrías terminar hasta asesinado por… ¿qué estás pensando? - “Tienes razón, ya vuelvo” es lo único que se te ocurre decirle y de inmediato subes de nuevo por las escaleras ante la mirada atónita de Diana. - “¿Nos vemos esta noche?” te pregunta antes de que termines de subir, y tú sólo asientes con tu cabeza y sigues tu camino. Rogelio te pregunta si no te quedarás a almorzar, pero le dices que no, que tienes cosas pendientes y cruzas de vuelta por el comedor que huele a canela, madera vieja y ahora con un toque sangre que no sabes si es del sótano, o es que realmente la casa huele así.

Cuando estás abriendo la puerta de entrada sientes que Rogelio te menciona y al voltear lo vez corriendo hacia ti con un celular en la mano: - “Vea mi don, éste era el celular de Jairo, tal vez deba deshacerse de él también”. Al terminar sus palabras, da media vuelta y vuelve a la cocina para continuar con la preparación de su almuerzo.

Capítulo 6: Como en las Películas

El celular que recibes de manos de Rogelio es el de Jairo, el mismo que está descabezado y desmembrado en alguna parte. Aunque tienes su cabeza y su brazo en tu poder, el resto del cuerpo está desaparecido, o por lo menos para ti. Aun no logras resolver qué sucedió después del partido de la selección que disfrutaste con tus compañeros de trabajo, y que al parecer se salió de control. Y Antonia… y Diana… todos saben algo que tú no sabes o no recuerdas. O tal vez, que no quieres recordar.

Sales al portal de la casa en la finca de Jairo y miras al cielo: ya casi va a ser medio día. Cuando apenas caes en cuenta de ello, timbra tu celular. Ya te da miedo mirar quién puede ser, pero aun así lo sacas de tu bolsillo. Es una llamada de tu jefe en la oficina, pero no es momento para estas cosas, y el hecho de que te despidan es lo que menos te preocupa, así que lo pones en silencio y lo vuelves a guardar. Das unos pasos, bajas las escalas de la entrada a la casa y comienzas a caminar hacia tu carro, mientras escuchas tus tripas retorcerse en tu interior. ¡Decidido! iras de nuevo a tu apartamento, a buscar con más calma una pista, algo que te aclare la mente un poco más, y de paso puedes preparar o pedir algo para comer, pues ya es hora de almorzar y no has siquiera desayunado. Te subes al carro y lo enciendes. Rogelio sale corriendo de la casa hasta el portón y te lo abre para que puedas salir. Arrancas, te despides y sales a la carretera con dirección hacia la ciudad, hacia tu apartamento.

Últimamente en la zona norte se han armado trancones, y esta vez no fue la excepción, pero lo que no sabías es que iniciaban desde tan temprano. Siempre has sido una persona de poca paciencia, pero hoy, precisamente hoy, cada espacio lo usas para pensar e intentar recordar. Ahora piensas en que todo lo que has visto y escuchado durante el día de hoy inevitablemente cambiará tu vida, la gente que te rodea, tu trabajo, tus amigos… todo lo piensas mientras que vas acelerando y frenando en un trancón que parece interminable por la autopista. Ahora que lo meditas, no recuerdas nada de Diana en los últimos años, ¿por qué? Ella te saludó como si se estuvieran viendo todos los días, pero no recuerdas haber hablado mucho con ella desde que saliste de la universidad… ¡¡Cuidado!! por poco atropellas a un peatón cruzando la calle.

Cuando por fin sales del trancón y volteas a la derecha, quedas detrás de un carro de policía en un semáforo. Te sientes nervioso, pero no sabes por qué, y tus miedos se profundizan cuando se enciende por un segundo la sirena del carro, y se abre la puerta del copiloto. Sientes una gota de sudor en tu frente mientras observas al policía acercándose a ti. Es una situación tensa, muy tensa, pues el policía no deja de mirarte a los ojos mientras da cada paso hacia tu carro. ¡No aguantas más! abres la puerta y sales del auto y simplemente corres sin mirar atrás. A lo lejos escuchas un - “¡Alto!” pero le haces caso omiso y corres, corres y sigues corriendo por tres, cuatro y cinco cuadras.

¿Cuánto ha pasado?, sin saberlo te detienes pues ya el cansancio se apodera de ti. Crees que nadie te sigue, así que sólo por prevenir te metes a un pequeño café que viste en la esquina. Será buena idea comer porque más adelante no sabes qué sucederá: Antonia al parecer te denunció, Diana está en un sótano limpiando sangre y ¡ahora la policía tiene tu carro con una bolsa que contiene una cabeza y un brazo en el baúl! Haces tu pedido en la barra, y te sientas a esperar que te lo sirvan mientras piensas lo graciosa que es la vida comparada con películas. En una película, la policía te hubiera seguido y se hubiera generado una persecución entre las calles de la ciudad. Tal vez hubieras robado un auto para seguir huyendo, pero no contabas con el helicóptero con la cámara de video que te empieza a seguir, mientras millones de personas te ven en la televisión asombrándose de tu situación. Al final, el carro pasa por una cadena de puntillas en el suelo y las llantas se revientan haciéndote perder el control llevándote directo al… - “Aquí tiene señor, que los disfrute” te dice el mesero.

Comes tranquilamente, de hecho, te tomaste tu tiempo, así que pagas y sales del establecimiento sin novedades. Caminas hacia la esquina y reconoces, la zona: estás cerca a tu apartamento. Caminas cinco cuadras y al asomarte a la esquina previa a tu apartamento notas que frente al edificio hay 2 patrullas, gente amontonada a los alrededores, y unos policías sacando por la puerta principal una bolsa negra del tamaño de un cuerpo. Dos pasos hacia atrás y de nuevo de espaldas contra el muro. La gota de sudor vuelve a rodar por tu frente y suena tu celular: es tu jefe de nuevo, así que decides contestarle para decirle que renuncias y que no te moleste. Pero el plan de renuncia cambia cuando tu jefe, sin mediar palabras te dice a grito entero: - “¡¡A ud como hijueputas se le ocurre dejar el cuerpo de Jairo en su apartamento so güevón!!...

Capítulo 7: Recuerdos de Mamá

Aún tienes gotas de sudor en la frente por todo lo que corriste hasta tu apartamento. El cuerpo que sacan por la entrada de tu edificio, las tres patrullas que rodean el área, la cantidad de público chismoseando alrededor te tienen confundido. Y todo lo que ha pasado para llegar hasta ahí: la cabeza en el lavaplatos, el brazo en el carro, la sangre en el sótano de la finca de Jairo, Diana limpiándola, Antonia desaparecida, la policía persiguiéndote… la suma de todo ello no se compara con el susto que te dan las palabras de tu jefe al celular. ¿Qué sabe Damián, tu jefe, sobre todo esto? ¿Por qué pregunta por el cuerpo de Jairo?

Cuando vuelves en sí escuchas al teléfono que Damián sigue gritando - “¿Dónde putas está? ¡¡Aló!! ¡¡¡Alóóó!!!”. Lo único que se te ocurre es decirle a tu jefe que se vean en la oficina. - “¿Usted es estúpido? ¿cómo se le ocurre que nos vamos a ver acá? Nos vemos en 30 minutos en el puente de la 26, en la tienda de los cigarrillos. ¡En punto! No lo voy a esperar, es muy arriesgado”.

Eres consciente que en el punto que estás, donde no entiendes nada de lo que está sucediendo, lo mejor será ir con aquél que sabe algo. Lo bueno es que no estás lejos del punto, caminar será la mejor opción. Sacas un cigarrillo, lo enciendes y caminas como si nada atravesando un grupo de gente chismosa.

Avanzas tres cuadras más hasta que una sirena se enciende a tus espaldas: - “¡¡Alto!!, ¡al suelo!”. No hay tiempo de pensar si es contigo, así que en menos de nada ya llevas media cuadra corriendo y volteas a la esquina, ¡no puedes parar! Volteas hacia atrás mientras avanzas y ves 2 policías corriendo detrás de ti, así que más impulso tomas. Escuchas 2 disparos: En otro momento de tu vida, los disparos te hubieran hecho botar al suelo y poner las manos en tu cabeza. ¡Pero no!, sigues corriendo… aunque, los pasos de atrás se escuchan cada vez más cerca. Se acerca la avenida principal así que por un instante piensas que lo mejor será cruzar sin pensar en más. Decides que si hay un accidente no opondrás más resistencia, pero si logras cruzar sin complicaciones es porque mereces saber la verdad, así que… cierras los ojos y sigues corriendo. Sólo sientes el viento en tu rostro, los pasos atrás que se vuelven a alejar un poco y el ruido del tránsito de carros y buses que se acerca cada vez más más frente a ti. Curiosamente, en esos segundos mientras llegas a la avenida, todos los sonidos se desvanecen, comienzas a recordar momentos felices, a recordar la tranquilidad de tus días antes de hoy, tu trabajo, tu novia… ¡espera! ¿novia? ¿trabajo? ¿en qué trabajas a todas estas? ¿por qué tus recuerdos se vuelven borrosos? Tal vez, dos segundos después de hacerte estas preguntas sientes un golpe en la rodilla que te desestabiliza e inmediatamente y sin abrir los ojos te hace estirar las manos para quedar detenido encima del motor de un auto que se encontraba parqueado en la esquina. Abres los ojos y recuperas el sonido de tu alrededor, volteas y ves los policías que se acercan, pero escuchas tu nombre en la voz de ¿Antonia? ¡Es el carro de Antonia!, y la vez a ella gritándote por la ventana para que te subas al carro.

Tú, sin pensarlo dos veces, te subes al carro a lo que ella arranca inmediatamente. - “¿Qué te pasa idiota? ¿Acaso no me escuchaste? ¿No me viste? ¿En qué mundo estás?”. Tú te limitas a mirar hacia atrás por encima de tu hombro y ver que los policías quedan en la esquina sin poder hacer más por el momento. - “¿Por qué me ayudas Antonia? ¿A qué viene tod….” antes de terminar la pregunta recibes un regaño que por el tono, te hizo recordar los de tu madre cuando robabas las galletas de las onces del colegio en casa: - “¿Cómo diablos es que te veo corriendo por la calle con los ojos cerrados, con la policía detrás y lanzándote a la avenida? ¿Estás loco?”.

¿Sabes qué es lo gracioso? que ni tú mismo tienes la respuesta. Este día sientes que todo ha sucedido en modo automático, que estás metido en un lío inigualable, pero que… no tienes ni idea qué es lo que sucede. - “Antonia, quisiera explicarte, pero no sabría qué decirte. Pareciera que no sé quién soy”.

Eres consciente que tus recuerdos son borrosos, y que a duras penas sabías con certeza tu nombre, y que anoche estuviste celebrando el partido de Colombia. Recuerdas a Diana y a Jairo por la niñez que compartieron, a don Rogelio por ser el que les acolitó todas las travesuras cuando pequeños, pero Antonia es un enigma y Damián ni se diga: Sólo sabes su nombre porque salió en tu celular. Algo te dice que Antonia fue tu exnovia, y que Damián es tu jefe en la oficina, pues ayer estuvieron celebrando juntos, pero ahora todo lo pones en duda. - “Antonia, ¿te puedo hacer una pregunta?”. Antonia algo dispersa, pero concentrada en la conducción del carro, te mira de reojo por el retrovisor y asiente con la cabeza. - “¿Nosotros por qué terminamos?”. Sin dar tiempo a nada más, la carcajada de Antonia supera todos los niveles de ruido. - “Desde que te sacamos del hospital estás cada vez más extraño…” y hablando hacia sus adentros se le escucha - “y aquí estoy yo, cubriéndote cuanta cosa hayas hecho una vez más…”. Aunque entendiste lo que dijo en voz baja, te quieres asegurar, así que le preguntas con un - “¿Qué dijiste?”. Ella vuelve a mirar de reojo por el retrovisor y te responde que no era nada. - “Nosotros nunca hemos sido nada, tu cabeza siempre vuela cuando regresas a la realidad. Pero ya lo solucionaremos, porque ya hemos perdido a muchos en esto.”

Capítulo 8: Ojos Locos

- “Nosotros nunca hemos sido nada, tu cabeza siempre vuela cuando regresas a la realidad. Pero ya lo solucionaremos, porque ya hemos perdido a muchos en esto.”

Las palabras de Antonia quedan resonando en tu cabeza, pero en el fondo sabes que, aunque te sientes confundido, hay una explicación lógica para todo lo que está sucediendo. - “¿Dimmu Borgir o Shakira?” - Antonia rompe el silencio con una pregunta que a tu parecer no tiene razón de ser. - “Shakira” dices con cierta timidez mientras miras por la ventana con la mente pasmada. Estás en un punto en el que no quieres saber nada más, pero Antonia vuelve a reírse con su acostumbrada y exagerada carcajada. Sin hacerte caso en absoluto, Antonia coloca un disco y comienza a sonar una música pesada, un metal obscuro, ritmos rápidos y potentes. No escuchabas algo así hace mucho tiempo cuando compartías tiempo con Damián en los descansos del colegio. Nunca te gustó ese tipo de música, pero ahora la sientes agradable, relajante y cómoda. Hasta comienzas a mover los dedos al ritmo de la música y la sigues en tu cabeza como si la conocieras de toda la vida. ¡Es más! comienzas a cantarla. ¿Por qué te la sabes?, ¿por qué la disfrutas?, ¿por qué hay recuerdos de Damián en tu juventud?... no puedes pasar un rato de paz porque tu mente da vueltas y comienza a enredar recuerdos o fantasías con tu realidad actual. Antonia lo único que pudo escuchar durante el resto del camino es tus suspiros cuando regresas a la realidad, y tus dedos golpear contra la puerta del carro siguiendo la música de Dimmu Borgir.

- “Antonia, ¿podemos comer algo antes de ir a… donde me lleves?”. Antonia mira una vez más por el retrovisor, pero esta vez detiene el auto y se voltea a mirarte. - “¿Hace cuánto no comes? Por más que echas cabeza, no recuerdas la última vez que comiste algo que valiera la pena, aunque, siendo razonables, no recuerdas nada antes del momento en que despertaste esta mañana. Le dices a Antonia que no has comido, pero tal vez no hubieras dicho nada. Antonia de inmediato se quita el cinturón, quita los seguros del carro y abre su puerta, justo en el momento que pasa un carro por el lado. Por milímetros se salva la puerta, pero eso parece no importarle a Antonia pues sin pensarlo, sale del auto, lo rodea por el frente hasta tu puerta y la abre, se acerca y te saca de un solo jalón. Tú, casi en el suelo levantas la mirada y ella te pega una patada llena de rabia. - “¿¡Qué te pasa!?” le gritas, pero ella da media vuelta y entra al café que se encontró justo al frente donde parquearon. ¿Qué deberías hacer?, ¿te irás y dejarás esa loca sola?, ¿pero a dónde puedes ir? No pasó mucho tiempo y Antonia sale con una bolsa que te lanza hacia el pecho. - “Come ahora. Y disculpa que me salga de casillas, pero creo que te descontrolaste…” - dijo, y acto seguido camina de nuevo rodeando el carro, se sube y cierra la puerta, colocando las manos sobre el volante y metiendo la cabeza entre ellas. - “¿Comerás allá afuera?” te grita. Lentamente te acercas de nuevo al auto, pero esta vez a la puerta de atrás, te subes, cierras la puerta y abres la bolsa con 4 sánduches de atún dentro. Prefieres no preguntar mucho, así que abres el primero y en menos de lo que creías, te estás terminando el último.

Antonia no ha dejado de observarte por el retrovisor. Una vez terminas, ella mira al frente y dice: - “Esto es lo que voy a hacer. Llamaré a Damián, lo citaré en la finca, y conduciré hasta allá. No creo que este idiota haya hecho algo tan grave que nos impida llegar hasta allá…” - y volteando hacia atrás continúa - “¿o sí?”. Mi silencio fue suficiente respuesta para ella, así que vuelve a enderezarse, enciende el auto y arrancamos de nuevo el camino. Ya me es mucho más claro que vamos camino a la finca, así que, con algo de comida en el estómago, decido dormir el resto del camino.

Dos golpes fuertes en el vidrio del carro me despiertan, así que me acomodo de nuevo, y al mirar por la ventana veo a Damián mirándome fijamente desde afuera, en un sitio ya reconocido por mí: La finca de Jairo. Antonia ya no estaba dentro del carro, así que me quito el cinturón, abro la puerta y salgo. Damián no me quita la mirada y me dice: - “Ud si es la cagada, ¿no?”. Al fondo, veo salir a Diana junto a Antonia. Diana trae una bolsa de cuero en su mano derecha, una bolsa que se me hace familiar, pero no podría decir que es en estos momentos. Diana se acerca a mí, me toca la cara, me abre los ojos y me suelta. - “Creo que no es tan grave” - dice, así que abre la bolsa de cuero y saca una jeringa. Siempre le he tenido miedo a las agujas, así que doy un paso atrás, pero me tranca el camino Damián quien ya está listo para detenerme.

- “¡Espera!” - dice Antonia - “¿no deberíamos hablar con él antes de aplicársela?”.

- “Eso no funciona, no lo recordará” - interviene Damián.

- “Es cierto” - comenta Diana - “Le tomará un par de días recuperarse de esto, pero es lo mejor”.

Antonia se queda inmóvil, pensativa, pero vuelve a insistir: - “Siento que, si no hablamos ahora, pueden quedar cosas sin claridad”. Damián disentía con la cabeza y antes de que él hablara, mi mente ya había absorbido muchas palabras, momentos, música de Dimmu Borguir y sánduches de atún, así que todo se expresó en un grito de desespero que los alejó un poco de mí, asustados. - “Por favor, necesito saber qué sucede, no entiendo nada, y ya… quiero entender… por favor” dije todo mientras agachaba la cabeza. Damián se acerca y dice:

- “De acuerdo. Podemos decirle. No sé si tendrá efectos, pero no perderemos nada con intentarlo. Pero… no quiero ser parte de esto. Me iré a fumar al patio de atrás… que le hable Antonia” - y dando la espalda se aleja hacia el pasillo que da al patio de atrás.

- “Anda, yo te ayudo” me dijo Diana y me abraza mientras me indica el camino hacia la entrada de la casa. Camino con ellas, cruzamos el pasillo de entrada y llegamos al comedor con su característico olor a canela y madera vieja. Nos sentamos mientras Antonia con tono jocoso le cuenta a Diana que escogí Shakira en vez de Dimmu hoy en el carro. Diana sonríe, pero no puede dejar su rostro de preocupación. - “No es la primera vez que nos pasa esto. Pero no sé por dónde empezar…” dice Diana. Antonia interrumpe: - “Empezaremos con la droga. Creamos una droga que llamaste Z-2 a base de dióxido de Circonio. Ha sido un éxito hasta ahora, pero descubrimos que el N-34 la potencia de modos inimaginables. ¿Reconoces todo esto?”. Asientes con la cabeza, pues reconoces los términos con los que te hablan, pero aún no te aclaran nada. Diana continúa: - “Es bueno saber que entiendes esto, porque necesitamos que recuerdes la clave de acceso a tu computador antes de aplicarte la inyección. Si quieres continúa Antonia” - De nuevo, Antonia toma la palabra: - “Cuando descubriste el efecto del N-34 en el Z-2 probaste la droga como estás acostumbrado, pero aquella vez te dejó inmóvil por 2 horas. Sólo respirabas. Te dejé sentado en aquella silla mientras reaccionabas, pero cuando fui a la cocina por un vaso con agua y volví ya no estabas. Te habías ido. Nos preocupamos, pero 2 días después, volviste como si nada, te inyectaste un poco de N-34 destilado y procesado y dormiste. No supimos que hiciste en esos 2 días, pero llegaste bien, supiste cómo actuar y regresaste. Yo averigüé tus pasos, cubrí tus deudas de juego en el casino, me encargué de aliviar algunos roces y cuando hablé contigo me dijiste que siempre tuviéramos N-34 destilado en la nevera, pues se podría volver a neces…” no pudiste dejarla seguir pues recuerdas algunas referencias químicas, así que preguntas: - “Pero… N-34 destilado se saca directamente de un ojo humano y no dura más de 30 minutos. ¿Cómo pueden guardarlo en la nevera?”. Antonia con calma responde: - “Hay ojos en la nevera…”. Extrañamente, nada de lo que te cuentan Antonia y Diana te extraña. Sientes todo muy familiar. Antonia avanza: “Hace unos meses vienes trabajando en una evolución del Z-2 para convertirlo en Z-3, una droga que dices tú que incrementa la velocidad de las conexiones neuronales en la cabeza, pero para ello requieres una producción en masa de N-34. Como debes saber, hemos empezado a cazar gente en las noches para extraer sus ojos y alcanzar tu propuesta. Ayer, decidiste probar una versión del Z-3 mejorada, pero al aplicártela miraste al techo, saliste del laboratorio, de la casa y te subiste a tu carro. Duraste un par de horas allí hasta que lo encendiste y te fuiste. No volví a saber de ti hasta esta mañana que pasé por tu apartamento y estabas allí, durmiendo. No sé qué hiciste anoche, pero vi que por fin te deshiciste de Jairo. Cuanto te vi despierto y entrar a la cocina me asusté, porque no supe en qué estado estabas, y tus ojos estaban blancos. Como pude me salí de tu apartamento, pero noto que no debí haberlo hecho, pues, aunque no recuerdas nada, eres consciente de lo que percibes. Disculpa mi molestia con la comida, pero sabes bien que si no comes cuando estás bajo el efecto del Z-2 tu estómago se puede pegar y causaría un desas…” - Diana interrumpe esta vez: - “Queda poco tiempo de utilidad del N-34 que acabo de sacar. Vamos al grano. Necesitamos la contraseña de tu computador para extraer la fórmula y avanzar. Tenemos un cliente esperando la nueva versión oficial. Necesito que recuerdes la clave y la digas. ¿Puedes? Si no la recuerdas nos tocará comenzar de nuevo…”.

Aún no confías. Pueden ser personas cercanas a ti, pues lo sientes así, pero si lo que ellas dicen es cierto, es posible que estén inventando cosas para parecer confiables, pero también pueden ser falsas. Necesitas una prueba, algo que te de la tranquilidad. - “Tráeme el computador y reviso”. Diana de inmediato se levanta y va por él, mientras Antonia suelta una leve sonrisa que te produce cierta desconfianza. Entra Damián al comedor y pregunta si ya está hecho. Antonia le hace una seña y él se acerca a ella. Ella le dice algo al oído, a lo que él sonríe y se relaja. Diana llega con el computador, lo abre y lo pone encima de la mesa frente a ti. Tú recuerdas la clave, esta información de hecho siempre la has tenido sea el estado que enfrentes. Lo que no sabes es qué encontrarás dentro. Ingresas la clave, abres tu sesión y encuentras lo que te han dicho, las fórmulas de N-34 y la composición del Z-2 evolucionado. Al ver que es cierto lo que dicen, te sientes un poco más en confianza y cierras el computador. - “Bueno, no recuerdo todo, pero…” no te fue posible terminar la frase cuando Damián saca un arma de su bolsillo y te apunta la cabeza: “¡Ya no más! ¡no más juegos! ¡yo mato este hijueputa!”. Antonia se levanta de su silla y Diana está en pánico. - “¡No la cague parce!” dice Antonia tratando de frenar a Damián. Se acerca a él mientras le caen por la frente unas gotas de sudor diciendo: - “¡Estoy cansado! ¡primero que la muestra ahora que la clave y nosotros necesitamos es vender esta mierda!”. Antonia logra acercarse y empujar un poco el brazo para quitarlo de mí, pero él hace fuerza, no se deja y se desespera al punto de gritar, empujar a Antonia hacia el mueble de la loza y acercarse a mí. - “Si recuerda algo de mí es que no soy una persona de rodeos así que…” suena el disparo…………

Mi mirada quedó fija en Damián mientras caía al suelo. Vi la sangre salir hacia todos lados mientras la cabeza de Damián estallaba, con un ojo salido y la boca abierta. Detrás de Damián estaba Rogelio apuntándole aun con un arma recién disparada. - “¿Si ve?” me dice Rogelio - “No sale de don Jairo y ahora le toca deshacerse de don Damián. Y seguramente de la srita Antonia…”. Antonia está pálida, como un papel calcante, pero no se puede mover porque su pierna quedó afectada con la caída después de que Damián la empujara. Rogelio se le acerca, Diana está totalmente inmóvil y no sabe qué hacer. - “¿Qué harían ustedes sin mí?” dice Rogelio. No sabes por qué, pero tu reacción fue levantarte y atrapar por la espalda a Rogelio. Él forcejea un poco, pero la edad ya no le permite presionar mucho. - “Entiendo que esté confundido, pero debe creerme cuando le digo que estos dos llevan planeando esto desde hace mucho. Mis presentimientos no fallan doctor”. Lo único que dices es que no mate a Antonia, que tú te encargarás de ella. Rogelio siempre ha creído en ti, así que no duda de ello y se retira de la sala. Dejas a Antonia en el suelo, te sientas y le dices a Diana: - “Aún no ha pasado la media hora de efectividad del N-34 destilado. Aplícamelo ahora. Si pierdo la memoria, ya está el computador sin protección”. Diana, asombrada de tu forma de manejar el tema, saca la jeringa le da dos toques mientras que Antonia se rinde con su intento de moverse echándose al suelo. te levantas la manga de tu camisa y te colocas el cinturón alrededor del antebrazo para detener el flujo de sangre por un momento. Diana limpia un poco el área y te inyecta el N-34. Comienzas a sentir un poco de sueño y se te entrecierran los ojos. Escuchas al fondo que Diana, con lágrimas en los ojos te dice: “Gracias”. Suena el celular de Diana, ella contesta y tu sigues en un estado letárgico, cada vez más cerca de dormir. - “Sí, don Álvaro, ya lo tenemos con…” y te duermes.